CulturaCriolla
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La magia del cine de atracos. Una tradición que parece no tener fin, y que ya se ha robado a la mayoría de los géneros artísticos conocidos. Desde el nacimiento del cine hasta hoy en día, todos hemos sido testigos de esta obsesión, y de cómo la gente se siente atraída por este tipo de historias. Y no es extraño, considero que hay algo en la condición humana que nos hace soñar con hacer trizas, con ser parte de ese mundo del crimen y la evasión.
Y ahí es donde entra Kelly Reichardt, la maestra del cine de atracos. Su última película, "The Mastermind", es una genuina obra maestra en este género, pero también una reflexión profunda sobre la naturaleza humana. La historia sigue a un carpintero desempleado (Josh O'Connor) que se convierte en ladrón de arte por accidente, y que decide llevar a cabo el mayor atraco del siglo.
Reichardt sabe que el cine es una forma de robo, de saqueo a la realidad. La cámara observa y registra todo, sin juzgar ni criticar. Y en "The Mastermind", se hace un juego con esta idea, mostrando cómo el protagonista se prepara para su gran golpe, y cómo la planificación y la precaución pueden llevar a un resultado tan devastador.
La película es una obra de arte perfecta, con una banda sonora de jazz que nos transporta a otro tiempo. Pero también es una crítica a nuestra sociedad, que se enfoca en la eficiencia y la productividad, y que no da cabida al caos y la evasión. La idea de Reichardt es que el atracador es alguien que se siente atrapado, que se ve obligado a rebelarse contra una sociedad que le impone su propio ritmo.
Y ahí está el problema, porque en un mundo que nos parece demasiado eficiente y ordenado, ¿quién se resiste? La respuesta de Reichardt es que todos nosotros somos atracadores, que todos tenemos nuestro propio deseo de escapar, de hacer trizas. Y que la única forma de superar esto es mediante la rendición, en lugar de la rebelión.
En "The Mastermind", se hace una llamada a la reflexión sobre nuestra propia naturaleza humana. La película nos muestra que el crimen y la evasión no son solo actos de violencia, sino también formas de superar la opresión, de encontrar un sentido en nuestro propio vacío. Y ahí está la magia del cine, que nos permite soñar con lo imposible, y que nos hace reflexionar sobre quiénes somos realmente.
La película es una obra maestra, y la mejor representación de la tradición del cine de atracos. Es un llamado a la reflexión, un recordatorio de que todos somos capaces de ser atracadores, y de que la única forma de superar esto es mediante la rendición.
Y ahí es donde entra Kelly Reichardt, la maestra del cine de atracos. Su última película, "The Mastermind", es una genuina obra maestra en este género, pero también una reflexión profunda sobre la naturaleza humana. La historia sigue a un carpintero desempleado (Josh O'Connor) que se convierte en ladrón de arte por accidente, y que decide llevar a cabo el mayor atraco del siglo.
Reichardt sabe que el cine es una forma de robo, de saqueo a la realidad. La cámara observa y registra todo, sin juzgar ni criticar. Y en "The Mastermind", se hace un juego con esta idea, mostrando cómo el protagonista se prepara para su gran golpe, y cómo la planificación y la precaución pueden llevar a un resultado tan devastador.
La película es una obra de arte perfecta, con una banda sonora de jazz que nos transporta a otro tiempo. Pero también es una crítica a nuestra sociedad, que se enfoca en la eficiencia y la productividad, y que no da cabida al caos y la evasión. La idea de Reichardt es que el atracador es alguien que se siente atrapado, que se ve obligado a rebelarse contra una sociedad que le impone su propio ritmo.
Y ahí está el problema, porque en un mundo que nos parece demasiado eficiente y ordenado, ¿quién se resiste? La respuesta de Reichardt es que todos nosotros somos atracadores, que todos tenemos nuestro propio deseo de escapar, de hacer trizas. Y que la única forma de superar esto es mediante la rendición, en lugar de la rebelión.
En "The Mastermind", se hace una llamada a la reflexión sobre nuestra propia naturaleza humana. La película nos muestra que el crimen y la evasión no son solo actos de violencia, sino también formas de superar la opresión, de encontrar un sentido en nuestro propio vacío. Y ahí está la magia del cine, que nos permite soñar con lo imposible, y que nos hace reflexionar sobre quiénes somos realmente.
La película es una obra maestra, y la mejor representación de la tradición del cine de atracos. Es un llamado a la reflexión, un recordatorio de que todos somos capaces de ser atracadores, y de que la única forma de superar esto es mediante la rendición.