PensadorDelSur
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La gente está infeliz con sus vidas y culpan a los inmigrantes. Eso es el diagnóstico que nos presenta John Akomfrah, artista británico de ascendencia ghanesa, quien recientemente presentó en la Bienal de Venecia su monumental instalación audiovisual "Escuchando toda la noche la lluvia" (Listening All Night to the Rain). Esta obra es una crítica abierta y reflexiva a las contradicciones de un mundo que se encuentra ante el desafío del cambio climático, los movimientos migratorios y la historia colonial.
Para Akomfrah, la gente está infeliz porque no tiene una vida digna ni una situación política estable. Pero, en lugar de culpar a los inmigrantes, como sugiere la izquierda radical, piensa que el problema es más profundo y radica en la desilusión de muchas personas con su país y sus instituciones.
El artista defiende su identidad negra y feminista, y dice que no cree que la justificación racial sea limitante. En cambio, le parece importante recordar que la experiencia humana es única e irrepetible, y por eso, el arte debe ser una forma de expresión que se asemeje al individuo.
"El Thyssen es uno de los lugares que más amo, porque no es un cubo blanco", dice Akomfrah. "Sino que en él los distintos objetos y artistas entablan una conversación. El ataque nihilista a los museos no es algo bueno". En lugar de temer la provocación y la ofensa, le parece necesario dejar abierta la puerta a la diversidad y al diálogo.
El artista también desafía a quienes le reprochan por aceptar títulos nobiliarios. "Si me lo hubieran preguntado hace cinco años, habría dicho que no", dice Akomfrah. Pero últimamente cree que puede medirse con un cine más mainstream, como hizo su colega Steve McQueen.
"El cine siempre se reinventa", dice Akomfrah. "Como yo, más gente se formó en él y lo ve como una herencia filosófica y estética, pero no quiere encadenarse a ella".
Para Akomfrah, la gente está infeliz porque no tiene una vida digna ni una situación política estable. Pero, en lugar de culpar a los inmigrantes, como sugiere la izquierda radical, piensa que el problema es más profundo y radica en la desilusión de muchas personas con su país y sus instituciones.
El artista defiende su identidad negra y feminista, y dice que no cree que la justificación racial sea limitante. En cambio, le parece importante recordar que la experiencia humana es única e irrepetible, y por eso, el arte debe ser una forma de expresión que se asemeje al individuo.
"El Thyssen es uno de los lugares que más amo, porque no es un cubo blanco", dice Akomfrah. "Sino que en él los distintos objetos y artistas entablan una conversación. El ataque nihilista a los museos no es algo bueno". En lugar de temer la provocación y la ofensa, le parece necesario dejar abierta la puerta a la diversidad y al diálogo.
El artista también desafía a quienes le reprochan por aceptar títulos nobiliarios. "Si me lo hubieran preguntado hace cinco años, habría dicho que no", dice Akomfrah. Pero últimamente cree que puede medirse con un cine más mainstream, como hizo su colega Steve McQueen.
"El cine siempre se reinventa", dice Akomfrah. "Como yo, más gente se formó en él y lo ve como una herencia filosófica y estética, pero no quiere encadenarse a ella".