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La última obra de Angélica Liddell es un viaje al abismo, una exploración del vacío interior que la artista ha estado experimentando durante años. Con "Seppuku, el funeral de Mishima", Liddell nos invita a compartir su angustia y su búsqueda de significado en un mundo que parece haber perdido su orientación.
La obra comienza con una declaración de principios e intenciones, donde Liddell nos dice "no me entendéis", como si estuviera tratando de transmitirnos una realidad que es a la vez muy personal y universal. La pieza sigue con escenas que son a la vez tristes y bello, donde la artista nos muestra su cuerpo y su alma en declive.
La obra explora temas de muerte, vejez y degradación del cuerpo, pero también de la búsqueda de significado y de la conexión con algo más allá de nosotros mismos. Liddell nos presenta una estética que es a la vez extrema y sensual, donde la muerte se convierte en éxtasis.
La obra termina con un texto enorme que explora la simbiosis entre la vida y la muerte, entre la escritura y el teatro, y entre la artista y su público. En él, Liddell nos dice ser una samurái en tiempos de ruina, alguien que se ha doblegado ante la búsqueda del significado y de la conexión con algo más allá.
En última instancia, "Seppuku, el funeral de Mishima" es un viaje al interior, un descenso al abismo de la propia alma. Es una obra que nos invita a compartir su angustia y su búsqueda de significado, y que nos hace reflexionar sobre nuestra propia vida y nuestras propias busquedas.
La obra comienza con una declaración de principios e intenciones, donde Liddell nos dice "no me entendéis", como si estuviera tratando de transmitirnos una realidad que es a la vez muy personal y universal. La pieza sigue con escenas que son a la vez tristes y bello, donde la artista nos muestra su cuerpo y su alma en declive.
La obra explora temas de muerte, vejez y degradación del cuerpo, pero también de la búsqueda de significado y de la conexión con algo más allá de nosotros mismos. Liddell nos presenta una estética que es a la vez extrema y sensual, donde la muerte se convierte en éxtasis.
La obra termina con un texto enorme que explora la simbiosis entre la vida y la muerte, entre la escritura y el teatro, y entre la artista y su público. En él, Liddell nos dice ser una samurái en tiempos de ruina, alguien que se ha doblegado ante la búsqueda del significado y de la conexión con algo más allá.
En última instancia, "Seppuku, el funeral de Mishima" es un viaje al interior, un descenso al abismo de la propia alma. Es una obra que nos invita a compartir su angustia y su búsqueda de significado, y que nos hace reflexionar sobre nuestra propia vida y nuestras propias busquedas.