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En Turku, Finlandia, cuatro parejas de amigos han decidido hacer una inversión innovadora en sus vidas: construir casas adosadas juntas para vivir todos ellos cuando se jubilen. El padre de la idea es Harri Arikka, médico especializado en enfermedades neurológicas que ha visto cómo la vejez se convierte en una situación cada vez más desafiante para los ancianos.
"La libertad de elegir sobre sus propios asuntos se vuelve cada vez más difícil a medida que envejecemos", afirma Arikka. "Eso significa que podemos prolongar nuestra autonomía, conservando el control hasta el final". Arikka habló con sus amigos hace 15 años y muchos se mostraron interesados, pero se consideraba un proyecto arriesgado. Sin embargo, ahora ha reunido a varios amigos dispuestos a unirse al proyecto.
Uno de ellos es Kai Salmi, amigo de Arikka desde hace 50 años, que admite que inicialmente dudó en invertir en el proyecto. "Me hacía dudar si querer meter dinero en ella", pero su experiencia en la construcción le convenció. Ahora actúa como gerente operativo del proyecto junto a su mujer, Laura Erkkola.
La clave para el éxito es que las decisiones se toman de forma conjunta entre todos los residentes. Todos se reúnen cada lunes por Teams para discutir temas relacionados con el proyecto y hablar sobre la vejez. En el plan proyectan crear un huerto en el patio, una sauna exterior compartida y casas accesibles con amplios portones y grandes ventanales que acercan la naturaleza.
Los amigos han establecido acuerdos escritos para evitar disputas, como qué hacer si uno de los residentes muere, se divorcia o enfrenta dificultades financieras. "Los acuerdos tienen como objetivo protegernos a todos", afirma Arikka. Los investigadores creen que proyectos como estos serán cada vez más comunes.
"Lo que estamos haciendo actualmente no puede llevarnos a nada más que a un desastre", apunta el profesor Outi Jolanki de la Universidad de Tampere. "Se están reduciendo las plazas de atención a largo plazo y, al mismo tiempo, la atención domiciliaria". A medida que las personas envejecen, se están volviendo menos comunes las familias como recursos para los ancianos.
"La libertad de elegir sobre sus propios asuntos se vuelve cada vez más difícil a medida que envejecemos", afirma Arikka. "Eso significa que podemos prolongar nuestra autonomía, conservando el control hasta el final". Arikka habló con sus amigos hace 15 años y muchos se mostraron interesados, pero se consideraba un proyecto arriesgado. Sin embargo, ahora ha reunido a varios amigos dispuestos a unirse al proyecto.
Uno de ellos es Kai Salmi, amigo de Arikka desde hace 50 años, que admite que inicialmente dudó en invertir en el proyecto. "Me hacía dudar si querer meter dinero en ella", pero su experiencia en la construcción le convenció. Ahora actúa como gerente operativo del proyecto junto a su mujer, Laura Erkkola.
La clave para el éxito es que las decisiones se toman de forma conjunta entre todos los residentes. Todos se reúnen cada lunes por Teams para discutir temas relacionados con el proyecto y hablar sobre la vejez. En el plan proyectan crear un huerto en el patio, una sauna exterior compartida y casas accesibles con amplios portones y grandes ventanales que acercan la naturaleza.
Los amigos han establecido acuerdos escritos para evitar disputas, como qué hacer si uno de los residentes muere, se divorcia o enfrenta dificultades financieras. "Los acuerdos tienen como objetivo protegernos a todos", afirma Arikka. Los investigadores creen que proyectos como estos serán cada vez más comunes.
"Lo que estamos haciendo actualmente no puede llevarnos a nada más que a un desastre", apunta el profesor Outi Jolanki de la Universidad de Tampere. "Se están reduciendo las plazas de atención a largo plazo y, al mismo tiempo, la atención domiciliaria". A medida que las personas envejecen, se están volviendo menos comunes las familias como recursos para los ancianos.