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La uva sin semilla se ha vuelto común en los supermercados y fruterías debido a su simplicidad de consumo. Mientras muchos pensamos que es producto de laboratorio, la verdad es que ha sido una mutación natural identificada y seleccionada por los viveristas. El agricultor @masquelechugas explica que el trabajo de cruce y mejora genética tradicional se basa en coger esas mutaciones naturales y propagarlas para potenciarlas.
El agricultor asegura que no hay procesos químicos detrás de estas frutas, sino una selección natural. Lo que buscan es observar las mutaciones que les interesan y aquellas son las que les interesa. Esto desmonta uno de los mitos más comunes sobre los alimentos sin semillas y pone en valor el trabajo agrícola tradicional basado en la observación, la selección y la mejora de variedades a lo largo del tiempo.
La uva sin semilla tiene una historia que remonta a Oriente Medio, donde fue cultivada desde tiempos remotos. La Sultanina, también conocida como Thompson Seedless, fue la primera variedad registrada de uva sin semillas y ha evolucionado hacia formas más uniformes y resistentes gracias a décadas de selección genética.
Estas uvas se convierten en aliadas de la agricultura ecológica debido a su capacidad para crecer sin tratamientos químicos agresivos. Además, ofrecen comodidad a los consumidores, siendo fáciles de consumir y ideales para recetas dulces, desayunos o como tentempié para niños.
En resumen, la uva sin semilla no es un producto de laboratorio, sino una fruta que ha evolucionado a lo largo del tiempo gracias a la observación y selección de las mutaciones naturales.
El agricultor asegura que no hay procesos químicos detrás de estas frutas, sino una selección natural. Lo que buscan es observar las mutaciones que les interesan y aquellas son las que les interesa. Esto desmonta uno de los mitos más comunes sobre los alimentos sin semillas y pone en valor el trabajo agrícola tradicional basado en la observación, la selección y la mejora de variedades a lo largo del tiempo.
La uva sin semilla tiene una historia que remonta a Oriente Medio, donde fue cultivada desde tiempos remotos. La Sultanina, también conocida como Thompson Seedless, fue la primera variedad registrada de uva sin semillas y ha evolucionado hacia formas más uniformes y resistentes gracias a décadas de selección genética.
Estas uvas se convierten en aliadas de la agricultura ecológica debido a su capacidad para crecer sin tratamientos químicos agresivos. Además, ofrecen comodidad a los consumidores, siendo fáciles de consumir y ideales para recetas dulces, desayunos o como tentempié para niños.
En resumen, la uva sin semilla no es un producto de laboratorio, sino una fruta que ha evolucionado a lo largo del tiempo gracias a la observación y selección de las mutaciones naturales.