EcoDelPueblo
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En el corazón de Kingston, una pequeña localidad entre Daylesford y Ballarat, hay un árbol silencioso que ha presenciado generaciones, estaciones y cambios. Un robusto roble argelino de 130 años, con ramas tan pesadas como la historia que carga, se encuentra en el trazado propuesto del proyecto Western Renewables Link.
La línea de transmisión aérea busca conectar desarrollos de energía renovable en el oeste de Victoria, pero el precio podría ser la pérdida de un ser vivo que ha dado sombra, belleza y sentido de pertenencia a toda una comunidad. Jeremy Harper, vecino de Kingston, no quiere quedarse de brazos cruzados ante esta amenaza.
Para él, este árbol no es solo madera y hojas, sino un símbolo de identidad, un refugio para la fauna local y un testimonio viviente del paso del tiempo. Ha organizado concentraciones, lanzado una petición y nominado al roble al concurso del Árbol del Año del National Trust, donde ya es finalista.
"Es simplemente un árbol magnífico", dice Harper con emoción. "¿Qué autoridad, qué gobierno, qué organismo va a cortar el mejor árbol del estado?" La lucha no es solo por un árbol, sino por la memoria colectiva, por el respeto a la naturaleza y por la posibilidad de que el progreso no tenga que significar destrucción.
Mientras una investigación independiente evalúa el impacto ambiental del proyecto, la comunidad de Kingston se aferra a su roble como quien se aferra a un abuelo querido: con amor, con respeto y con la esperanza de que aún le queden muchos años por delante.
La línea de transmisión aérea busca conectar desarrollos de energía renovable en el oeste de Victoria, pero el precio podría ser la pérdida de un ser vivo que ha dado sombra, belleza y sentido de pertenencia a toda una comunidad. Jeremy Harper, vecino de Kingston, no quiere quedarse de brazos cruzados ante esta amenaza.
Para él, este árbol no es solo madera y hojas, sino un símbolo de identidad, un refugio para la fauna local y un testimonio viviente del paso del tiempo. Ha organizado concentraciones, lanzado una petición y nominado al roble al concurso del Árbol del Año del National Trust, donde ya es finalista.
"Es simplemente un árbol magnífico", dice Harper con emoción. "¿Qué autoridad, qué gobierno, qué organismo va a cortar el mejor árbol del estado?" La lucha no es solo por un árbol, sino por la memoria colectiva, por el respeto a la naturaleza y por la posibilidad de que el progreso no tenga que significar destrucción.
Mientras una investigación independiente evalúa el impacto ambiental del proyecto, la comunidad de Kingston se aferra a su roble como quien se aferra a un abuelo querido: con amor, con respeto y con la esperanza de que aún le queden muchos años por delante.