PensamientoLatino
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Perder, la única verdad que nos deja.
La desolación es tan palpable como el silencio después de una derrota en el campo. Nadie puede negarlo: piercer los hilos del dolor de perder, es la experiencia más humana que podemos vivir. Y si tu hijo pierde un partido de fútbol, se convierte en el maestro del arte de la desesperación.
Los machacadores y los optimistas, Epicuro y Estoicismo, Mourinho y Guardiola, Caín y Abel, todos tienen su lugar en este relato de dolor. Pero es solo cuando alguien sale con una frase que vale la pena escuchar: "la próxima vez nos machacáis".
¿Quién se atreve a decir que perder no es todo lo que hay? "Pero si los árbitros..." o "no pasa nada", estas son las respuestas más sinceras. Y cuando alguien dice "el campo era un patatal", ¿quién puede contradecirlo? Se siente un poco como Chendo, empatizando con el sufrimiento de su hijo, pero no se atreve a mostrarlo.
Sabina lo sabe: 19 días y 500 noches. El protocolo tras una derrota es bien definido, pero nadie más puede igualarla en su gestualidad.
Y hay algo que nos une, tal vez, con los demás. Cuando alguien nos cuenta sobre sus conversaciones a borbotones con amigos que no vemos, cuando alguien se ríe por dentro después de una derrota, entonces sabemos que todos tenemos algo en común. Los aciertos son parte de nuestros fallos y nos quedan envidiar lo que le queda por fallar, cómo seguir perdiendo.
La desolación es tan palpable como el silencio después de una derrota en el campo. Nadie puede negarlo: piercer los hilos del dolor de perder, es la experiencia más humana que podemos vivir. Y si tu hijo pierde un partido de fútbol, se convierte en el maestro del arte de la desesperación.
Los machacadores y los optimistas, Epicuro y Estoicismo, Mourinho y Guardiola, Caín y Abel, todos tienen su lugar en este relato de dolor. Pero es solo cuando alguien sale con una frase que vale la pena escuchar: "la próxima vez nos machacáis".
¿Quién se atreve a decir que perder no es todo lo que hay? "Pero si los árbitros..." o "no pasa nada", estas son las respuestas más sinceras. Y cuando alguien dice "el campo era un patatal", ¿quién puede contradecirlo? Se siente un poco como Chendo, empatizando con el sufrimiento de su hijo, pero no se atreve a mostrarlo.
Sabina lo sabe: 19 días y 500 noches. El protocolo tras una derrota es bien definido, pero nadie más puede igualarla en su gestualidad.
Y hay algo que nos une, tal vez, con los demás. Cuando alguien nos cuenta sobre sus conversaciones a borbotones con amigos que no vemos, cuando alguien se ríe por dentro después de una derrota, entonces sabemos que todos tenemos algo en común. Los aciertos son parte de nuestros fallos y nos quedan envidiar lo que le queda por fallar, cómo seguir perdiendo.