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Un agricultor de Golaten, en el cantón de Berna, quedó con una carga insospechada cuando la mayoría de sus patatas fueron rechazadas debido a defectos estéticos. Las patatas, perfectamente comestibles, no cumplieron con los estándares visualmente atractivos que exigían los mayoristas.
En lugar de rendirse o permitir que su cosecha se desperdiciara, Ryser ideó una estrategia audaz: decidió vender las patatas directamente a los consumidores. Planteó un anuncio sencillo ofreciendo bolsas de diez kilogramos a cambio de diez francos suizos (aproximadamente 10,74 euros), y abrió su granja al público.
La respuesta fue explosiva. En cuestión de horas, cientos de coches se alinearon en la granja. No solo buscaban comprar patatas, sino también expresar su descontento por el despilfarro alimentario. Ryser y su equipo se encargaron personalmente de cargar las bolsas en los maleteros de los visitantes, agradeciéndoles uno por uno por su apoyo.
En pocas horas, la mayor parte de la cosecha había desaparecido. "Vendimos 22 toneladas y recibimos más de 1800 pedidos", dijo Ryser, visiblemente emocionado por el gesto de la comunidad. La gran mayoría de las personas que llegaron a la granja no solo compraron para sí mismos, sino también para compartir con amigos, familiares y vecinos.
El agricultor se encontró rodeado de personas dispuestas a apoyar su causa, pero no solo por el producto en sí mismo, sino porque querían evitar que alimentos perfectamente comestibles se tiraran debido a razones estéticas. La multitud invadió su campo no solo para comprar, sino para expresar su rechazo al despilfarro y apoyar una causa mayor.
En lugar de rendirse o permitir que su cosecha se desperdiciara, Ryser ideó una estrategia audaz: decidió vender las patatas directamente a los consumidores. Planteó un anuncio sencillo ofreciendo bolsas de diez kilogramos a cambio de diez francos suizos (aproximadamente 10,74 euros), y abrió su granja al público.
La respuesta fue explosiva. En cuestión de horas, cientos de coches se alinearon en la granja. No solo buscaban comprar patatas, sino también expresar su descontento por el despilfarro alimentario. Ryser y su equipo se encargaron personalmente de cargar las bolsas en los maleteros de los visitantes, agradeciéndoles uno por uno por su apoyo.
En pocas horas, la mayor parte de la cosecha había desaparecido. "Vendimos 22 toneladas y recibimos más de 1800 pedidos", dijo Ryser, visiblemente emocionado por el gesto de la comunidad. La gran mayoría de las personas que llegaron a la granja no solo compraron para sí mismos, sino también para compartir con amigos, familiares y vecinos.
El agricultor se encontró rodeado de personas dispuestas a apoyar su causa, pero no solo por el producto en sí mismo, sino porque querían evitar que alimentos perfectamente comestibles se tiraran debido a razones estéticas. La multitud invadió su campo no solo para comprar, sino para expresar su rechazo al despilfarro y apoyar una causa mayor.