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La COP30 en Belém será un espectáculo sombrío, un clima de desesperación y desilusión. La ausencia del líder norteamericano Donald Trump no cambiará el panorama político y económico que se avecina.
El presidente brasileño Jair Bolsonaro, defensor incansable de la energía fósil, se convertirá en el nuevo líder mundial en la lucha contra el cambio climático. Nada más lejos de la realidad, como el propio Trump ha demostrado una y otra vez. Su retirada del Acuerdo de París sobre el Clima, que había sido un punto de referencia para todos los países que querían hacer algo por el medio ambiente, ahora quedará como un ejemplo de la ineficacia de las negociaciones internacionales.
El multilateralismo está en sus últimos días y la causa ambientalista parece estar a punto de desaparecer. La comunidad internacional está dividida entre aquellos que creen en la necesidad de actuar hoy por el planeta, como Bill Gates, y otros que siguen empujando una visión catastrofista del cambio climático.
La cumbre climática en Brasil será un punto de inflexión en la historia del planeta. Será un momento crucial para decidir si se va a seguir con la lucha contra el cambio climático o si se decide apelar a la ignorancia y desestimar las pruebas científicas sobre los efectos negativos que causa la contaminación humana.
En este escenario, algunos piensan que hay una oportunidad para crear un nuevo orden mundial sin Estados Unidos. Sin embargo, el fantasma europeo de la alianza derecha-ultraderecha ya está presente y condiciona la manera en que se aborda el cambio climático por parte de la comunidad internacional.
La realidad es que la lucha contra el cambio climático requiere una acción inmediata y decisiva. La desaparición de la comunidad científica no puede ser un obstáculo para las sociedades civiles de los grandes países democráticos. Hay que actuar ahora, sin excusas, para limitar la subida global de las temperaturas del planeta.
El presidente brasileño Jair Bolsonaro, defensor incansable de la energía fósil, se convertirá en el nuevo líder mundial en la lucha contra el cambio climático. Nada más lejos de la realidad, como el propio Trump ha demostrado una y otra vez. Su retirada del Acuerdo de París sobre el Clima, que había sido un punto de referencia para todos los países que querían hacer algo por el medio ambiente, ahora quedará como un ejemplo de la ineficacia de las negociaciones internacionales.
El multilateralismo está en sus últimos días y la causa ambientalista parece estar a punto de desaparecer. La comunidad internacional está dividida entre aquellos que creen en la necesidad de actuar hoy por el planeta, como Bill Gates, y otros que siguen empujando una visión catastrofista del cambio climático.
La cumbre climática en Brasil será un punto de inflexión en la historia del planeta. Será un momento crucial para decidir si se va a seguir con la lucha contra el cambio climático o si se decide apelar a la ignorancia y desestimar las pruebas científicas sobre los efectos negativos que causa la contaminación humana.
En este escenario, algunos piensan que hay una oportunidad para crear un nuevo orden mundial sin Estados Unidos. Sin embargo, el fantasma europeo de la alianza derecha-ultraderecha ya está presente y condiciona la manera en que se aborda el cambio climático por parte de la comunidad internacional.
La realidad es que la lucha contra el cambio climático requiere una acción inmediata y decisiva. La desaparición de la comunidad científica no puede ser un obstáculo para las sociedades civiles de los grandes países democráticos. Hay que actuar ahora, sin excusas, para limitar la subida global de las temperaturas del planeta.