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Rafael de Paula: el último artista del toreo.
Su condición de leyenda anómala en el mundo del toreo no tiene precedentes. Rafael de Paula es el más extraño de los matadores de toros, el que acumula más misterio en un cartel y es capaz de convocar a todos los asombros con solo unos cuantos movimientos del hacha. En su arte, se puede ver una mezcla única de la tradición gitana y la innovación, como lo fue el caso de Joselito y Belmonte.
A Rafael de Paula no le iba a verlo torear, sino vivir arrebatado, desigual, con una angustia purísima entre la indefensión y la gloria. Su condición de hombre difícil era imposible cuando no podía ser otra manera, imprevisible, genial.
En su entrevista con José Aymá en Sanlúcar de Barrameda hace 25 años, salió una trenta. Una década después regresamos con Zabala de la Serna y él estaba más extremo, fiero contra el todo bregando sus tempestades a vida y muerte.
Con Angélica Liddell, la romería devocional fue un encuentro inolvidable. Rafael de Paula mostraba nuevos infiernos acumulados y en cada frase dispensaba destellos y desventuras y un relente de soledades del tamaño de un niño.
Pero también hay más que un torero en Rafael de Paula. El arte suyo viene de una tradición sin fin, pero él se hace a su manera fundando una nueva astronomía sin antes ni después. Su condición era imposible cuando no podía ser otra manera, imprevisible, genial.
El hundimiento fue una constante purísima de su intemperie genial. No es exactamente un maldito, sino un sublime herido. Muerto.
Su condición de leyenda anómala en el mundo del toreo no tiene precedentes. Rafael de Paula es el más extraño de los matadores de toros, el que acumula más misterio en un cartel y es capaz de convocar a todos los asombros con solo unos cuantos movimientos del hacha. En su arte, se puede ver una mezcla única de la tradición gitana y la innovación, como lo fue el caso de Joselito y Belmonte.
A Rafael de Paula no le iba a verlo torear, sino vivir arrebatado, desigual, con una angustia purísima entre la indefensión y la gloria. Su condición de hombre difícil era imposible cuando no podía ser otra manera, imprevisible, genial.
En su entrevista con José Aymá en Sanlúcar de Barrameda hace 25 años, salió una trenta. Una década después regresamos con Zabala de la Serna y él estaba más extremo, fiero contra el todo bregando sus tempestades a vida y muerte.
Con Angélica Liddell, la romería devocional fue un encuentro inolvidable. Rafael de Paula mostraba nuevos infiernos acumulados y en cada frase dispensaba destellos y desventuras y un relente de soledades del tamaño de un niño.
Pero también hay más que un torero en Rafael de Paula. El arte suyo viene de una tradición sin fin, pero él se hace a su manera fundando una nueva astronomía sin antes ni después. Su condición era imposible cuando no podía ser otra manera, imprevisible, genial.
El hundimiento fue una constante purísima de su intemperie genial. No es exactamente un maldito, sino un sublime herido. Muerto.