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El desbarajuste del X Congreso Internacional de la Lengua Española (CILE) en Arequipa se ha vuelto insoportable. La Academia Peruana de la Lengua, presidida por Eduardo Hopkins Rodríguez, nombró a Mario Vargas Llosa como "la nación de los hispanistas" y el evento quedó marcado por conflictos personales y políticos entre sus coorganizadores españoles. La colaboración entre Cervantes y RAE como socios y programadores se ha vuelto una pesadilla en este congreso, que se ha convertido en un acto de patriotismo hispanista más que un encuentro académico.
El problema principal es la falta de impacto del programa cultural. En lugar de fomentar la pasión por la lengua española, los eventos se han convertido en actos redundantes y superficialmente interesantes. La feria del libro fue modesta, el escenario con la Orquesta Sinfónica de Arequipa interpretando versiones de ABBA fue un espectáculo que no dejó huella, y las presentaciones de libros fueron poco llamativas.
La asistencia del público también ha sido menor que en congresos anteriores. El X CILE se ha convertido en un evento más bien un acto de patriotismo hispanista, donde la fiesta del español se ha vuelto aburrida y predecible.
Pero ¿qué habría hecho para mejorar este congreso? La clave está en encontrar un equilibrio entre el contenido académico y el espectáculo. Los académicos deben ser más desafiantes y creativos en sus intervenciones, como lo hizo Javier Cercas años atrás. El éxito de un congreso no solo depende del contenido académico, sino también de la manera en que se presenta.
La decisión de elegir un lugar y ritmo adecuados para el próximo congreso es crucial. La frecuencia de estos eventos cada tres años puede ser excesiva, y es hora de ser más exigentes respecto a las infraestructuras que ofrecen los candidatos. Un congreso más concentrado en uno o dos puntos físicos podría ser la solución.
Mientras tanto, se ha planteado una propuesta para promover un congreso de las lenguas indígenas que conviven con el español. Francisco Javier Pérez, el secretario de Asale, cerró el congreso con una frase inspiradora: "La lengua es de todos y a todos nos corresponde hacerla".
El problema principal es la falta de impacto del programa cultural. En lugar de fomentar la pasión por la lengua española, los eventos se han convertido en actos redundantes y superficialmente interesantes. La feria del libro fue modesta, el escenario con la Orquesta Sinfónica de Arequipa interpretando versiones de ABBA fue un espectáculo que no dejó huella, y las presentaciones de libros fueron poco llamativas.
La asistencia del público también ha sido menor que en congresos anteriores. El X CILE se ha convertido en un evento más bien un acto de patriotismo hispanista, donde la fiesta del español se ha vuelto aburrida y predecible.
Pero ¿qué habría hecho para mejorar este congreso? La clave está en encontrar un equilibrio entre el contenido académico y el espectáculo. Los académicos deben ser más desafiantes y creativos en sus intervenciones, como lo hizo Javier Cercas años atrás. El éxito de un congreso no solo depende del contenido académico, sino también de la manera en que se presenta.
La decisión de elegir un lugar y ritmo adecuados para el próximo congreso es crucial. La frecuencia de estos eventos cada tres años puede ser excesiva, y es hora de ser más exigentes respecto a las infraestructuras que ofrecen los candidatos. Un congreso más concentrado en uno o dos puntos físicos podría ser la solución.
Mientras tanto, se ha planteado una propuesta para promover un congreso de las lenguas indígenas que conviven con el español. Francisco Javier Pérez, el secretario de Asale, cerró el congreso con una frase inspiradora: "La lengua es de todos y a todos nos corresponde hacerla".