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"La cultura israelí y la guerra en Gaza: un duelo interno"
El 7 de octubre del 2023, el ataque terrorista que llevó a una escalada inmensa de violencia en Gaza dejó marcas profundas en la sociedad israelí. Dos años después, muchos escritores, actores y músicos israelíes siguen viviendo con el trauma de ese día, y su reflejo en la cultura es lento y doloroso.
La guerra alimentó una extrema necesidad de recoger testimonios, expresar sentimientos, recurrir a la ficción o enfrentarse a la realidad. Sin embargo, el caudal de obras ha sido gradual como una catarsis personal y nacional. La dificultad radica en que su potencial de difusión está más recortado que nunca debido al boicot internacional a Israel.
El llamado al boicot se extendió más allá de los campos del deporte, la tecnología y el festival de música. Penetró en el mundo de la cultura, con el objetivo de "boicotear la presencia israelí", ya sea en Eurovisión o silenciosamente en libros, congresos, festivales y películas.
"Muchas editoriales y agencias de escritores en el extranjero no están dispuestas a vender derechos de traducción al hebreo. Antes, todo lo que salía de asuntos de actualidad en el mundo llegaba a Israel muy rápidamente y ahora se ha frenado en gran medida", explica Shiri Lev-Ari, especialista literaria.
El peor ataque en la historia de Israel provocó una masiva ofensiva en un enclave (hoy reconstruyendo según el plan de tregua) que desató una enorme ola de condenas en el mundo. La necesidad de expresarse y refugiarse en la ficción o enfrentar la realidad ha sido insuperable para muchos israelíes.
"El boicot no es una solución en Israel ya que provoca victimismo y despierta el instinto de encerrarnos", añade Lev-Ari. La protesta llegó más tarde y fue menos rotunda debido a la dimensión de la matanza del 7-0 y el trauma persistente en el país.
Muchos artistas israelíes firmaron un manifiesto para exigir el final de la ofensiva, la vuelta de los rehenes y "el fin del horror en Gaza". Causaron polémica en Israel y entre sus colegas. "El enemigo nos puso en una situación extrema y es más difícil salir en público a hablar contra la guerra cuando aún tenemos secuestrados allí", admite Lev-Ari.
Entre los testimonios que se han escuchado destacan el de Shlomo Efrati, un poeta nacido de esa experiencia traumática. Después de trabajar con los cadáveres en una morgue durante horas, escribió: "Dios al menos hizo algo bien hoy. Sentí entonces que me puso aquí de forma intencionada y que esta es una misión".
Los profesionales de las letras israelíes se quedaron casi mudos tras el 7-O. En los primeros meses, la conmoción paralizó la cultura. "En los primeros meses, la conmoción paralizó la cultura. No había nada. Pesaba demasiado el trauma y el trauma es algo que ocurre sin palabras ni creatividad", recuerda Lev-Ari.
Sin embargo, cuando se descorchó la botella, salieron y fluyeron libros, canciones, documentales y obras en varios formatos para recrear el llamado "Sábado negro". Había textos que iban desde homenajes a los muertos en la defensa hasta reivindicaciones de solidaridad con las víctimas israelíes y gazatíes.
Cuando se comentó los llamamientos al boicot de Javier Bardem denunciando genocidio en Gaza, Lev-Ari aconseja "venir y darse una vuelta por los kibutz atacados, por Jerusalén, Tel Aviv, Ramala, Gaza, Hebrón... Que hable con israelíes y palestinos y luego opine de un conflicto que no es blanco ni negro".
Como en muchos momentos de guerra, la libertad de expresión también ha estado a prueba. Lev-Ari recuerda la independencia de la televisión pública que emitió la película "1948", que retrata las injusticias cometidas por israelíes y palestinos. "El hecho de que el canal público israelí sea crítico refleja que estamos en una democracia. Debemos protegerla".
El 7 de octubre del 2023, el ataque terrorista que llevó a una escalada inmensa de violencia en Gaza dejó marcas profundas en la sociedad israelí. Dos años después, muchos escritores, actores y músicos israelíes siguen viviendo con el trauma de ese día, y su reflejo en la cultura es lento y doloroso.
La guerra alimentó una extrema necesidad de recoger testimonios, expresar sentimientos, recurrir a la ficción o enfrentarse a la realidad. Sin embargo, el caudal de obras ha sido gradual como una catarsis personal y nacional. La dificultad radica en que su potencial de difusión está más recortado que nunca debido al boicot internacional a Israel.
El llamado al boicot se extendió más allá de los campos del deporte, la tecnología y el festival de música. Penetró en el mundo de la cultura, con el objetivo de "boicotear la presencia israelí", ya sea en Eurovisión o silenciosamente en libros, congresos, festivales y películas.
"Muchas editoriales y agencias de escritores en el extranjero no están dispuestas a vender derechos de traducción al hebreo. Antes, todo lo que salía de asuntos de actualidad en el mundo llegaba a Israel muy rápidamente y ahora se ha frenado en gran medida", explica Shiri Lev-Ari, especialista literaria.
El peor ataque en la historia de Israel provocó una masiva ofensiva en un enclave (hoy reconstruyendo según el plan de tregua) que desató una enorme ola de condenas en el mundo. La necesidad de expresarse y refugiarse en la ficción o enfrentar la realidad ha sido insuperable para muchos israelíes.
"El boicot no es una solución en Israel ya que provoca victimismo y despierta el instinto de encerrarnos", añade Lev-Ari. La protesta llegó más tarde y fue menos rotunda debido a la dimensión de la matanza del 7-0 y el trauma persistente en el país.
Muchos artistas israelíes firmaron un manifiesto para exigir el final de la ofensiva, la vuelta de los rehenes y "el fin del horror en Gaza". Causaron polémica en Israel y entre sus colegas. "El enemigo nos puso en una situación extrema y es más difícil salir en público a hablar contra la guerra cuando aún tenemos secuestrados allí", admite Lev-Ari.
Entre los testimonios que se han escuchado destacan el de Shlomo Efrati, un poeta nacido de esa experiencia traumática. Después de trabajar con los cadáveres en una morgue durante horas, escribió: "Dios al menos hizo algo bien hoy. Sentí entonces que me puso aquí de forma intencionada y que esta es una misión".
Los profesionales de las letras israelíes se quedaron casi mudos tras el 7-O. En los primeros meses, la conmoción paralizó la cultura. "En los primeros meses, la conmoción paralizó la cultura. No había nada. Pesaba demasiado el trauma y el trauma es algo que ocurre sin palabras ni creatividad", recuerda Lev-Ari.
Sin embargo, cuando se descorchó la botella, salieron y fluyeron libros, canciones, documentales y obras en varios formatos para recrear el llamado "Sábado negro". Había textos que iban desde homenajes a los muertos en la defensa hasta reivindicaciones de solidaridad con las víctimas israelíes y gazatíes.
Cuando se comentó los llamamientos al boicot de Javier Bardem denunciando genocidio en Gaza, Lev-Ari aconseja "venir y darse una vuelta por los kibutz atacados, por Jerusalén, Tel Aviv, Ramala, Gaza, Hebrón... Que hable con israelíes y palestinos y luego opine de un conflicto que no es blanco ni negro".
Como en muchos momentos de guerra, la libertad de expresión también ha estado a prueba. Lev-Ari recuerda la independencia de la televisión pública que emitió la película "1948", que retrata las injusticias cometidas por israelíes y palestinos. "El hecho de que el canal público israelí sea crítico refleja que estamos en una democracia. Debemos protegerla".