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Una vida moderna frenética está alterando nuestra biología, provocando problemas de salud crónicos. Los antropólogos evolucionistas argumentan que hemos superado el ritmo de la evolución humana debido a la industrialización y la exposición a contaminantes y estilos de vida sedentarios.
Durante cientos de miles de años, los humanos se adaptaron a la vida de cazadores-recolectores, con estrés intermitente y movimiento constante. Sin embargo, la industrialización ha transformado el entorno humano, introduciendo factores de estrés crónico como la contaminación acústica, microplásticos, pesticidas, luz artificial y sedentarismo.
"En nuestros entornos ancestrales, estábamos bien adaptados para afrontar situaciones de estrés agudo", explica Colin Shaw. "La amenaza —el león— desaparecía. En cambio, en la actualidad, los factores de estrés se mantienen sin resolución".
Los investigadores sostienen que estos factores de estrés modernos, como el tráfico y las redes sociales, activan los mismos sistemas biológicos de nuestro cuerpo, pero sin recuperación. "Nuestro cuerpo reacciona como si todos estos factores fueran leones", afirma Longman. El sistema de respuesta al estrés actúa como si enfrentáramos uno tras otro, sin descanso.
La falta de adaptación evolutiva es la causa principal de muchos problemas de salud modernos. La industrialización está menoscabando nuestra aptitud evolutiva humana, según Shaw y Longman. El éxito de una especie depende de la supervivencia y la reproducción, ambas afectadas negativamente desde la Revolución Industrial.
Los autores destacan la disminución global de las tasas de fertilidad y el aumento de enfermedades inflamatorias crónicas como señales de que los entornos industriales están generando un impacto biológico negativo. "Existe una paradoja: hemos generado bienestar, riqueza y acceso a la atención médica, pero algunos logros industriales están perjudicando nuestras funciones inmunológicas, cognitivas y reproductivas", señala Shaw.
El descenso global en el recuento y la motilidad de espermatozoides observado desde la década de 1950 está vinculado a pesticidas y microplásticos presentes en alimentos y entornos cotidianos. La adaptación biológica no puede seguir el paso debido al ritmo acelerado del cambio ambiental, que requiere múltiples generaciones.
Los investigadores sostienen que las sociedades deben mitigar estos efectos replanteando su relación con la naturaleza y diseñando entornos más saludables y sostenibles. Shaw propone recuperar espacios que se parezcan a los de nuestro pasado cazador-recolector, considerándolos clave para la salud humana. Otro enfoque es diseñar ciudades más saludables que tengan en cuenta la fisiología humana. "Necesitamos que nuestras ciudades funcionen correctamente y, al mismo tiempo, regenerar y valorar los espacios naturales, pasando más tiempo en ellos", concluye Shaw.
Durante cientos de miles de años, los humanos se adaptaron a la vida de cazadores-recolectores, con estrés intermitente y movimiento constante. Sin embargo, la industrialización ha transformado el entorno humano, introduciendo factores de estrés crónico como la contaminación acústica, microplásticos, pesticidas, luz artificial y sedentarismo.
"En nuestros entornos ancestrales, estábamos bien adaptados para afrontar situaciones de estrés agudo", explica Colin Shaw. "La amenaza —el león— desaparecía. En cambio, en la actualidad, los factores de estrés se mantienen sin resolución".
Los investigadores sostienen que estos factores de estrés modernos, como el tráfico y las redes sociales, activan los mismos sistemas biológicos de nuestro cuerpo, pero sin recuperación. "Nuestro cuerpo reacciona como si todos estos factores fueran leones", afirma Longman. El sistema de respuesta al estrés actúa como si enfrentáramos uno tras otro, sin descanso.
La falta de adaptación evolutiva es la causa principal de muchos problemas de salud modernos. La industrialización está menoscabando nuestra aptitud evolutiva humana, según Shaw y Longman. El éxito de una especie depende de la supervivencia y la reproducción, ambas afectadas negativamente desde la Revolución Industrial.
Los autores destacan la disminución global de las tasas de fertilidad y el aumento de enfermedades inflamatorias crónicas como señales de que los entornos industriales están generando un impacto biológico negativo. "Existe una paradoja: hemos generado bienestar, riqueza y acceso a la atención médica, pero algunos logros industriales están perjudicando nuestras funciones inmunológicas, cognitivas y reproductivas", señala Shaw.
El descenso global en el recuento y la motilidad de espermatozoides observado desde la década de 1950 está vinculado a pesticidas y microplásticos presentes en alimentos y entornos cotidianos. La adaptación biológica no puede seguir el paso debido al ritmo acelerado del cambio ambiental, que requiere múltiples generaciones.
Los investigadores sostienen que las sociedades deben mitigar estos efectos replanteando su relación con la naturaleza y diseñando entornos más saludables y sostenibles. Shaw propone recuperar espacios que se parezcan a los de nuestro pasado cazador-recolector, considerándolos clave para la salud humana. Otro enfoque es diseñar ciudades más saludables que tengan en cuenta la fisiología humana. "Necesitamos que nuestras ciudades funcionen correctamente y, al mismo tiempo, regenerar y valorar los espacios naturales, pasando más tiempo en ellos", concluye Shaw.