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En un acto conmovedor, más de medio centenar de personas se reunió en el cementerio de la Purísima Concepción de Melilla para rendir homenaje a los militares fallecidos durante el Desembarco de Alhucemas en 1925. La iniciativa, impulsada por historiadoras Isabel Migallón y Elena Fernández Díaz, busca preservar el recuerdo de aquellos hombres cuyas vidas quedaron truncadas en uno de los episodios más relevantes de la historia militar española del siglo XX.
La ruta guiada por diversas zonas del camposanto permitió a los asistentes conocer detalles históricos, perfiles biográficos y anécdotas que conectaron el presente con una parte significativa del pasado de la ciudad. Las investigadoras han documentado los perfiles personales de muchos de los militares caídos, en su mayoría muy jóvenes, algunos con tan solo 19 años. La franja más común era la de entre 22 y 24 años, y muchos eran solteros. Procedían de diferentes puntos de España, especialmente Madrid, pero también de otros países.
El recorrido comenzó en la parcela 14 del cementerio, donde se encuentra la tumba del sargento Eduardo Noguera, uno de los pocos enterramientos señalizados de la zona. A su alrededor, reposan sin señal alguna numerosos soldados del Tercio Extranjero. Gracias a una exhaustiva investigación en los libros de registro, se ha podido identificar a algunas de las personas allí enterradas, aunque sus nombres no figuran en lápidas visibles.
La siguiente parada fue en la galería exterior izquierda del Panteón de Héroes, donde reposan entre 20 y 21 oficiales con identidades reflejadas en los nichos. Este espacio contrasta con otras zonas del cementerio, donde los restos descansan sin ningún tipo de señalización. También se visitaron el osario general y el osario del propio Panteón de Héroes, donde yacen soldados cuyos nombres no aparecen en lápidas.
Una de las historias más significativas de la ruta fue la de la familia Huelin, muy ligada a la vida militar de Melilla. El teniente Francisco Huelin Gómez, fallecido el 19 de septiembre de 1925, fue recordado junto a otros miembros de su familia. Esta parada permitió también hacer una mención al general Sanjurjo, uno de los organizadores del Desembarco de Alhucemas junto al mariscal francés Philippe Pétain.
Posteriormente, en el Panteón de Aviación, la ruta se detuvo para recordar a otros oficiales, entre ellos Alfonso Gaona Pastor, piloto fallecido en un accidente durante unas maniobras el 18 de septiembre. Gaona había sido propuesto para realizar un curso de piloto en Estados Unidos, lo que da cuenta de su pericia.
La penúltima parada fue en la parcela 13, donde se encuentra una tumba con dos nombres: Emilio Vilches Rojas y Federico Godino Gil. Se trata en realidad de la misma persona. Godino fue oficial de artillería y, tras abandonar el ejército, se alistó en el Tercio bajo un nuevo nombre, falleciendo en combate el 24 de septiembre.
La ruta finalizó frente a la capilla, con un acto de recuerdo a los militares cuyos cuerpos fueron exhumados y trasladados a cementerios de la península. Entre ellos se encuentran el teniente Gonzalo Herrán Rodiles, el alférez Ángel Hernández Menor, el teniente José Quinoza Oribe y el capitán Miguel Rodríguez Vescanza.
Pero no todos los soldados corrieron la misma suerte. Según explicó Migallón, la mayoría de los caídos permanecen en Melilla porque sus familias no podieron costear el traslado de los restos. Solo algunas familias, principalmente de oficiales, tenían los recursos necesarios para realizar este proceso.
Este homenaje forma parte de una investigación iniciada hace más de 20 años por Isabel Migallón y el fallecido Eduardo Sar Quintas. La historiadora ha acumulado un extenso archivo sobre los soldados caídos en las campañas del norte de África, a partir de registros civiles, archivos del cementerio y miles de correos enviados a instituciones nacionales y extranjeras.
El evento no contó con apoyo institucional ni persiguió objetivos políticos. Fue un acto gratuito, al que se animó a los asistentes a llevar flores rojas y amarillas para formar simbólicamente la bandera de España sobre las tumbas. “Nosotras no tenemos nada que ver con temas de política. Solo buscamos que su sacrificio no se quede en el olvido”, aseguró Migallón.
La alta participación confirmó que existe un interés real por conocer la historia militar. “Melilla sabe recordar a su gente. Los melillenses, de nacimiento o de corazón, son únicos en esto”.
La ruta guiada por diversas zonas del camposanto permitió a los asistentes conocer detalles históricos, perfiles biográficos y anécdotas que conectaron el presente con una parte significativa del pasado de la ciudad. Las investigadoras han documentado los perfiles personales de muchos de los militares caídos, en su mayoría muy jóvenes, algunos con tan solo 19 años. La franja más común era la de entre 22 y 24 años, y muchos eran solteros. Procedían de diferentes puntos de España, especialmente Madrid, pero también de otros países.
El recorrido comenzó en la parcela 14 del cementerio, donde se encuentra la tumba del sargento Eduardo Noguera, uno de los pocos enterramientos señalizados de la zona. A su alrededor, reposan sin señal alguna numerosos soldados del Tercio Extranjero. Gracias a una exhaustiva investigación en los libros de registro, se ha podido identificar a algunas de las personas allí enterradas, aunque sus nombres no figuran en lápidas visibles.
La siguiente parada fue en la galería exterior izquierda del Panteón de Héroes, donde reposan entre 20 y 21 oficiales con identidades reflejadas en los nichos. Este espacio contrasta con otras zonas del cementerio, donde los restos descansan sin ningún tipo de señalización. También se visitaron el osario general y el osario del propio Panteón de Héroes, donde yacen soldados cuyos nombres no aparecen en lápidas.
Una de las historias más significativas de la ruta fue la de la familia Huelin, muy ligada a la vida militar de Melilla. El teniente Francisco Huelin Gómez, fallecido el 19 de septiembre de 1925, fue recordado junto a otros miembros de su familia. Esta parada permitió también hacer una mención al general Sanjurjo, uno de los organizadores del Desembarco de Alhucemas junto al mariscal francés Philippe Pétain.
Posteriormente, en el Panteón de Aviación, la ruta se detuvo para recordar a otros oficiales, entre ellos Alfonso Gaona Pastor, piloto fallecido en un accidente durante unas maniobras el 18 de septiembre. Gaona había sido propuesto para realizar un curso de piloto en Estados Unidos, lo que da cuenta de su pericia.
La penúltima parada fue en la parcela 13, donde se encuentra una tumba con dos nombres: Emilio Vilches Rojas y Federico Godino Gil. Se trata en realidad de la misma persona. Godino fue oficial de artillería y, tras abandonar el ejército, se alistó en el Tercio bajo un nuevo nombre, falleciendo en combate el 24 de septiembre.
La ruta finalizó frente a la capilla, con un acto de recuerdo a los militares cuyos cuerpos fueron exhumados y trasladados a cementerios de la península. Entre ellos se encuentran el teniente Gonzalo Herrán Rodiles, el alférez Ángel Hernández Menor, el teniente José Quinoza Oribe y el capitán Miguel Rodríguez Vescanza.
Pero no todos los soldados corrieron la misma suerte. Según explicó Migallón, la mayoría de los caídos permanecen en Melilla porque sus familias no podieron costear el traslado de los restos. Solo algunas familias, principalmente de oficiales, tenían los recursos necesarios para realizar este proceso.
Este homenaje forma parte de una investigación iniciada hace más de 20 años por Isabel Migallón y el fallecido Eduardo Sar Quintas. La historiadora ha acumulado un extenso archivo sobre los soldados caídos en las campañas del norte de África, a partir de registros civiles, archivos del cementerio y miles de correos enviados a instituciones nacionales y extranjeras.
El evento no contó con apoyo institucional ni persiguió objetivos políticos. Fue un acto gratuito, al que se animó a los asistentes a llevar flores rojas y amarillas para formar simbólicamente la bandera de España sobre las tumbas. “Nosotras no tenemos nada que ver con temas de política. Solo buscamos que su sacrificio no se quede en el olvido”, aseguró Migallón.
La alta participación confirmó que existe un interés real por conocer la historia militar. “Melilla sabe recordar a su gente. Los melillenses, de nacimiento o de corazón, son únicos en esto”.