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Hace 70 millones de años, en un paisaje de lagunas y bosques donde convivían dinosaurios, aves primitivas y pequeños mamíferos, se encontró un objeto ovalado que parecía un simple fósil. Pero lo que la ciencia argentina halló fue algo extraordinario: un huevo de dinosaurio casi intacto, conservado durante más de 70 millones de años.
El equipo del Laboratorio de Anatomía Comparada y Evolución de los Vertebrados (LACEV) del Museo Argentino de Ciencias Naturales (MACN) levantó la arena con una pala y descubrió el objeto ovalado, que era de aproximadamente 1 metro de largo y tenía una cáscara perfectamente conservada. A su alrededor emergían fragmentos de otras nidadas, huesos y fósiles de pequeños reptiles y mamíferos.
El paleontólogo Federico Agnolín exclamó ante las cámaras: “¿Esto es fósil, chabón?”. El hallazgo fue registrado y compartido en directo a través de la cuenta oficial del laboratorio, @paleocueva.lacev, y desató una ola de asombro mundial.
El huevo parece pertenecer al género Bonapartenykus, un pequeño dinosaurio terópodo carnívoro descrito en la Patagonia en 2012. Si las tomografías computarizadas y escaneos 3D confirman la presencia de material embrionario, estaríamos ante uno de los hallazgos más excepcionales de la paleontología sudamericana: un embrión carnívoro en desarrollo que podría revelar detalles sobre su postura, crecimiento e incluso su sistema respiratorio.
El descubrimiento forma parte de la Expedición Cretácica I, respaldada por el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET), la Fundación Azara, la National Geographic Society y el gobierno provincial de Río Negro. El equipo del LACEV planea someter el fósil a estudios de microtomografía y escaneo 3D para confirmar si contiene un embrión y en qué grado de desarrollo se encontraba.
La región patagónica ya ha sido escenario de descubrimientos paleontológicos notables. En el yacimiento de Auca Mahuevo (Neuquén), los investigadores hallaron en los años noventa huevos con embriones de titanosaurios, algunos con impresiones de piel fosilizada.
El hallazgo de Río Negro simboliza una nueva forma de entender la divulgación: una ciencia que no se esconde tras los laboratorios, sino que invita al público a mirar, a emocionarse y a compartir el asombro del conocimiento en tiempo real. Como resumió Agnolín, “la ciencia también puede emocionarse, y eso no la hace menos rigurosa”.
El equipo del Laboratorio de Anatomía Comparada y Evolución de los Vertebrados (LACEV) del Museo Argentino de Ciencias Naturales (MACN) levantó la arena con una pala y descubrió el objeto ovalado, que era de aproximadamente 1 metro de largo y tenía una cáscara perfectamente conservada. A su alrededor emergían fragmentos de otras nidadas, huesos y fósiles de pequeños reptiles y mamíferos.
El paleontólogo Federico Agnolín exclamó ante las cámaras: “¿Esto es fósil, chabón?”. El hallazgo fue registrado y compartido en directo a través de la cuenta oficial del laboratorio, @paleocueva.lacev, y desató una ola de asombro mundial.
El huevo parece pertenecer al género Bonapartenykus, un pequeño dinosaurio terópodo carnívoro descrito en la Patagonia en 2012. Si las tomografías computarizadas y escaneos 3D confirman la presencia de material embrionario, estaríamos ante uno de los hallazgos más excepcionales de la paleontología sudamericana: un embrión carnívoro en desarrollo que podría revelar detalles sobre su postura, crecimiento e incluso su sistema respiratorio.
El descubrimiento forma parte de la Expedición Cretácica I, respaldada por el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET), la Fundación Azara, la National Geographic Society y el gobierno provincial de Río Negro. El equipo del LACEV planea someter el fósil a estudios de microtomografía y escaneo 3D para confirmar si contiene un embrión y en qué grado de desarrollo se encontraba.
La región patagónica ya ha sido escenario de descubrimientos paleontológicos notables. En el yacimiento de Auca Mahuevo (Neuquén), los investigadores hallaron en los años noventa huevos con embriones de titanosaurios, algunos con impresiones de piel fosilizada.
El hallazgo de Río Negro simboliza una nueva forma de entender la divulgación: una ciencia que no se esconde tras los laboratorios, sino que invita al público a mirar, a emocionarse y a compartir el asombro del conocimiento en tiempo real. Como resumió Agnolín, “la ciencia también puede emocionarse, y eso no la hace menos rigurosa”.