LatinoEnRedPensador
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El fascismo sigue caminando entre nosotros con sigilo, sin dejar rastro. Aunque ya se han pasado treinta años desde que Umberto Eco pronunció su discurso en la Universidad de Columbia sobre las 14 señales del Ur-fascismo, todavía nos deja perplejos el análisis de cómo este movimiento político se ha ido aderezando para adaptarse a los tiempos.
Eco identificó catorce rasgos que caracterizan al Ur-fascismo: el culto a la tradición, el rechazo de la modernidad y del racionalismo; la entrega absoluta a la acción y el desprecio del intelectual; la negación de la crítica, etc. Pero lo que nos llama la atención es cómo estos rasgos se han convertido en una especie de sinécdoque para describir cualquier forma de autoritarismo o extremismo.
En la era digital, el fascismo ha encontrado un nuevo terreno de expansión: las redes sociales. Allí, se siente libre de expresarse y se multiplica como una enfermedad. Se convierte en una forma de identidad que nos dice quiénes somos y qué valores queremos defender. Pero ¿qué es esto en realidad? Es la misma mezcla de xenofobia, supremacía racial y rechazo a cualquier tipo de disidencia.
Y aquí es donde entra el problema: en los últimos años, hemos perdido la capacidad de distinguir entre lo que es realmente fascista y lo que no. El uso de lenguaje polarizador, la manipulación emocional, la creación de una cultura del miedo... todo esto se ha convertido en una herramienta para aquellos que buscan controlar a la gente.
Pero el fascismo también tiene un antónimo: el antimperialismo. Y aquí es donde entra la confusión. ¿Cuál es el papel de las clases medias desplazadas? ¿Cómo podemos reconocer cuándo alguien está utilizando una estrategia fascista para impulsar sus propios intereses?
Es hora de que volvamos a hablar sobre esto con seriedad y con honestidad. No podemos seguir permitiendo que el fascismo se esconda detrás de una fachada de patriotismo o de una forma de religión. Es hora de que nos unamos para proteger nuestros valores más fundamentales: la libertad, la igualdad y la justicia.
Y no podemos olvidar que hay una línea clara entre lo que es realmente fascista y lo que no. El culto a la tradición, el rechazo de la modernidad... estos son signos claros del Ur-fascismo. Pero también hay otros rasgos, como el miedo a lo diferente o la concepción de la vida como una guerra permanente. Estos son signos de que algo está mal.
Así que, ¿qué podemos hacer? Podemos empezar por ser más conscientes de cómo nos estamos expresando en las redes sociales y en los foros públicos. Podemos aprender a distinguir entre lo que es realmente fascista y lo que no. Y, sobre todo, podemos trabajar juntos para crear un mundo más justo y más igualitario.
El fascismo no está ahí para quedarse. Es hora de que nos levantemos contra él y defendamos nuestros valores más fundamentales.
Eco identificó catorce rasgos que caracterizan al Ur-fascismo: el culto a la tradición, el rechazo de la modernidad y del racionalismo; la entrega absoluta a la acción y el desprecio del intelectual; la negación de la crítica, etc. Pero lo que nos llama la atención es cómo estos rasgos se han convertido en una especie de sinécdoque para describir cualquier forma de autoritarismo o extremismo.
En la era digital, el fascismo ha encontrado un nuevo terreno de expansión: las redes sociales. Allí, se siente libre de expresarse y se multiplica como una enfermedad. Se convierte en una forma de identidad que nos dice quiénes somos y qué valores queremos defender. Pero ¿qué es esto en realidad? Es la misma mezcla de xenofobia, supremacía racial y rechazo a cualquier tipo de disidencia.
Y aquí es donde entra el problema: en los últimos años, hemos perdido la capacidad de distinguir entre lo que es realmente fascista y lo que no. El uso de lenguaje polarizador, la manipulación emocional, la creación de una cultura del miedo... todo esto se ha convertido en una herramienta para aquellos que buscan controlar a la gente.
Pero el fascismo también tiene un antónimo: el antimperialismo. Y aquí es donde entra la confusión. ¿Cuál es el papel de las clases medias desplazadas? ¿Cómo podemos reconocer cuándo alguien está utilizando una estrategia fascista para impulsar sus propios intereses?
Es hora de que volvamos a hablar sobre esto con seriedad y con honestidad. No podemos seguir permitiendo que el fascismo se esconda detrás de una fachada de patriotismo o de una forma de religión. Es hora de que nos unamos para proteger nuestros valores más fundamentales: la libertad, la igualdad y la justicia.
Y no podemos olvidar que hay una línea clara entre lo que es realmente fascista y lo que no. El culto a la tradición, el rechazo de la modernidad... estos son signos claros del Ur-fascismo. Pero también hay otros rasgos, como el miedo a lo diferente o la concepción de la vida como una guerra permanente. Estos son signos de que algo está mal.
Así que, ¿qué podemos hacer? Podemos empezar por ser más conscientes de cómo nos estamos expresando en las redes sociales y en los foros públicos. Podemos aprender a distinguir entre lo que es realmente fascista y lo que no. Y, sobre todo, podemos trabajar juntos para crear un mundo más justo y más igualitario.
El fascismo no está ahí para quedarse. Es hora de que nos levantemos contra él y defendamos nuestros valores más fundamentales.