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La Casa Blanca anuncia nuevas sanciones contra Moscú, Rusia y su economía es el motor del conflicto.
Trump ha impuesto nuevas sanciones contra el sector petrolero ruso, un giro sorprendente en la política del presidente hacia la guerra en Ucrania. Las acciones representan un nuevo endurecimiento de las posiciones estadounidenses hacia Moscú y se imponen como castigo por la "falta de compromiso serio" de Rusia en el proceso de paz para poner fin a la guerra en Ucrania.
Las sanciones afectarán específicamente a las dos principales empresas del sector petrolero ruso, Rosneft y Lukoil, bloqueando los activos que puedan tener en Estados Unidos o estén bajo control de estadounidenses. Además, las entidades que se encuentren participadas en más del 50% por estas corporaciones también quedarán bloqueadas.
El secretario del Tesoro, Scott Bessent, ha declarado que "ya había llegado el momento de imponer sanciones" contra Moscú y que "espero que esto haga a (Putin) más razonable". El presidente Trump ha indicado que "creo que ahora está un poco más dispuesto a negociar" y que "no queremos que se quede con todo".
El líder europeo, Mark Rutte, ha explicado que la imposición de sanciones busca "imponer más presión" sobre Rusia y cambiar el cálculo del Kremlin para que acepte una solución pacífica. "En este caso de Rusia se trata de cambiar el cálculo, de asegurarse que Putin entiende que la visión del presidente de un alto el fuego debe ser el primer paso", ha dicho Rutte.
La decisión de sanciones representa el último giro en la accidentada política de Trump hacia la guerra en Ucrania. El pasado viernes, Zelenski se marchó de Washington sin conseguir arrancar a Trump la promesa de enviar los Tomahawk, una idea con la que el presidente estadounidense había coqueteado tan solo días antes.
La política hacia Ucrania entendida como una montaña rusa ha alcanzado su paroxismo estos últimos días. El pasado jueves, una llamada de dos horas y media entre Trump y Putin pareció desencadenar un repentino cambio de posición del presidente estadounidense, que emergió de esa conversación apuntando que Estados Unidos "también necesita los Tomahawk" y, por tanto, no podía entregarlos.
La reunión entre Trump y Putin en Budapest se cae de la agenda sin fecha prevista para retomarla. Sería, según Trump, una "pérdida de tiempo", dado el inmovilismo ruso.
Trump ha impuesto nuevas sanciones contra el sector petrolero ruso, un giro sorprendente en la política del presidente hacia la guerra en Ucrania. Las acciones representan un nuevo endurecimiento de las posiciones estadounidenses hacia Moscú y se imponen como castigo por la "falta de compromiso serio" de Rusia en el proceso de paz para poner fin a la guerra en Ucrania.
Las sanciones afectarán específicamente a las dos principales empresas del sector petrolero ruso, Rosneft y Lukoil, bloqueando los activos que puedan tener en Estados Unidos o estén bajo control de estadounidenses. Además, las entidades que se encuentren participadas en más del 50% por estas corporaciones también quedarán bloqueadas.
El secretario del Tesoro, Scott Bessent, ha declarado que "ya había llegado el momento de imponer sanciones" contra Moscú y que "espero que esto haga a (Putin) más razonable". El presidente Trump ha indicado que "creo que ahora está un poco más dispuesto a negociar" y que "no queremos que se quede con todo".
El líder europeo, Mark Rutte, ha explicado que la imposición de sanciones busca "imponer más presión" sobre Rusia y cambiar el cálculo del Kremlin para que acepte una solución pacífica. "En este caso de Rusia se trata de cambiar el cálculo, de asegurarse que Putin entiende que la visión del presidente de un alto el fuego debe ser el primer paso", ha dicho Rutte.
La decisión de sanciones representa el último giro en la accidentada política de Trump hacia la guerra en Ucrania. El pasado viernes, Zelenski se marchó de Washington sin conseguir arrancar a Trump la promesa de enviar los Tomahawk, una idea con la que el presidente estadounidense había coqueteado tan solo días antes.
La política hacia Ucrania entendida como una montaña rusa ha alcanzado su paroxismo estos últimos días. El pasado jueves, una llamada de dos horas y media entre Trump y Putin pareció desencadenar un repentino cambio de posición del presidente estadounidense, que emergió de esa conversación apuntando que Estados Unidos "también necesita los Tomahawk" y, por tanto, no podía entregarlos.
La reunión entre Trump y Putin en Budapest se cae de la agenda sin fecha prevista para retomarla. Sería, según Trump, una "pérdida de tiempo", dado el inmovilismo ruso.