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El franquismo, una herencia viva y dolorosa
Hoy se cumple el 50 aniversario del fallecimiento de un dictador que dejó una huella oscura en la historia española. El 20 de noviembre de 1977, Francisco Franco murió en el poder, pero su legado sigue vivo, aunque muchos preferirían olvidarlo.
Las estadísticas son alucinantes: más de 100.000 personas desaparecidas entre 1936 y 1977, 150.000 asesinados, 2.800 fosas comunes, medio millón de exiliados y 300.000 presos políticos en los primeros años del régimen militar. Un catálogo de violencia y represión que sigue siendo recordado con miedo y silencio.
Pero el franquismo no solo vive en la memoria histórica, sino que también se ha convertido en una fuerza política actual. En los discursos políticos, en algunas estructuras del aparato del Estado conservadoras que aún no han abandonado su visión ideológica, en la persistencia de símbolos y en la narrativa falaz que se empeña Vox para dar una imagen romancera del franquismo.
Y el Partido Popular, con el aliento de Santiago Abascal en la nuca, ha hecho de sus nostalgias un elemento programático. El PP, como otros partidos políticos, parece haber olvidado que la memoria colectiva no es algo que se pueda manipular ni blanquear.
El franquismo vivirá mientras el silencio y la memoria colectiva sigan siendo una amenaza para los que se oponen a su legado. Mientras tanto, España seguirá sin celebrar los 50 años de la muerte de un dictador, como si no fuera digno de recordar su nombre.
Hoy se cumple el 50 aniversario del fallecimiento de un dictador que dejó una huella oscura en la historia española. El 20 de noviembre de 1977, Francisco Franco murió en el poder, pero su legado sigue vivo, aunque muchos preferirían olvidarlo.
Las estadísticas son alucinantes: más de 100.000 personas desaparecidas entre 1936 y 1977, 150.000 asesinados, 2.800 fosas comunes, medio millón de exiliados y 300.000 presos políticos en los primeros años del régimen militar. Un catálogo de violencia y represión que sigue siendo recordado con miedo y silencio.
Pero el franquismo no solo vive en la memoria histórica, sino que también se ha convertido en una fuerza política actual. En los discursos políticos, en algunas estructuras del aparato del Estado conservadoras que aún no han abandonado su visión ideológica, en la persistencia de símbolos y en la narrativa falaz que se empeña Vox para dar una imagen romancera del franquismo.
Y el Partido Popular, con el aliento de Santiago Abascal en la nuca, ha hecho de sus nostalgias un elemento programático. El PP, como otros partidos políticos, parece haber olvidado que la memoria colectiva no es algo que se pueda manipular ni blanquear.
El franquismo vivirá mientras el silencio y la memoria colectiva sigan siendo una amenaza para los que se oponen a su legado. Mientras tanto, España seguirá sin celebrar los 50 años de la muerte de un dictador, como si no fuera digno de recordar su nombre.