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España está llena de rotondas. Cada una, un mundo a parte. ¿Qué es lo que nos hace girar la cabeza?
Primero, se acercaba a ellas de manera más anecdótica. Después, se dio cuenta de todo lo que a través de ellas se podía contar. Ahora, el recorrido de miles de kilómetros que hizo en algo más de cuatro meses por todas las provincias de España toma la forma de libro, con más de 200 rotondas analisadas: <em>Pormishuevismo. Rotondas & mamotretos</em> (Anaya Touring, 2025).
Las rotondas son el producto de la desidia y codicia de los políticos que hacen estas construcciones. Las rotondas son una representación de nuestras desidias, anhelos, incluso nuestras carencias culturales.
En España hay un número masivo de rotondas que las del mundo francés. Pero ¿qué nos dice este fenómeno?
Harley analiza que el edificio cebra es un objeto atractivo para las personas porque está hecho con dinero público. Y que la sociedad se ha acostumbrado a que en la arquitectura y urbanismo se prioricen lo grande, lo visible, lo caro.
“En España, hemos decorado nuestras ciudades con demasiada alegría” dice Harley. “No puede ser que un político sin ningún tipo de formación específica en historia o arte llame a su primo para que haga lo que sea porque tiene miles de euros que gastar en decorar una rotonda”.
Por otro lado, una rotonda es un espacio transitado de forma continua por vehículos. Es el espacio ideal para generar un relato colectivo y que realmente nos interpele a todos.
“Una rotonda tiene que ser un lugar seguro”, dice Harley “lo que no puede ser es que nos distraigamos flipando en colores con el adefesio que han puesto en medio y eso nos ponga en peligro”.
En España hay muchos ejemplos de rotondas que se han hecho sin pensar en su mantenimiento. Y los gobiernos no ponen mucha atención al tema.
Harley acierta que la ciudadanía ha endurecido su piel con estos fenómenos y que “no podemos dejar de girar y girar hasta conseguir que las vistas cambien”.
El especialista en urbanismo, Erik Harley, analiza el fenómeno de las rotondas desde una perspectiva muy específica. En sus palabras, España se ha construido como un país “extremadamente masculino”.
Primero, se acercaba a ellas de manera más anecdótica. Después, se dio cuenta de todo lo que a través de ellas se podía contar. Ahora, el recorrido de miles de kilómetros que hizo en algo más de cuatro meses por todas las provincias de España toma la forma de libro, con más de 200 rotondas analisadas: <em>Pormishuevismo. Rotondas & mamotretos</em> (Anaya Touring, 2025).
Las rotondas son el producto de la desidia y codicia de los políticos que hacen estas construcciones. Las rotondas son una representación de nuestras desidias, anhelos, incluso nuestras carencias culturales.
En España hay un número masivo de rotondas que las del mundo francés. Pero ¿qué nos dice este fenómeno?
Harley analiza que el edificio cebra es un objeto atractivo para las personas porque está hecho con dinero público. Y que la sociedad se ha acostumbrado a que en la arquitectura y urbanismo se prioricen lo grande, lo visible, lo caro.
“En España, hemos decorado nuestras ciudades con demasiada alegría” dice Harley. “No puede ser que un político sin ningún tipo de formación específica en historia o arte llame a su primo para que haga lo que sea porque tiene miles de euros que gastar en decorar una rotonda”.
Por otro lado, una rotonda es un espacio transitado de forma continua por vehículos. Es el espacio ideal para generar un relato colectivo y que realmente nos interpele a todos.
“Una rotonda tiene que ser un lugar seguro”, dice Harley “lo que no puede ser es que nos distraigamos flipando en colores con el adefesio que han puesto en medio y eso nos ponga en peligro”.
En España hay muchos ejemplos de rotondas que se han hecho sin pensar en su mantenimiento. Y los gobiernos no ponen mucha atención al tema.
Harley acierta que la ciudadanía ha endurecido su piel con estos fenómenos y que “no podemos dejar de girar y girar hasta conseguir que las vistas cambien”.
El especialista en urbanismo, Erik Harley, analiza el fenómeno de las rotondas desde una perspectiva muy específica. En sus palabras, España se ha construido como un país “extremadamente masculino”.