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La movilidad urbana se encuentra en plena transformación, con el objetivo de convertir las grandes urbes en ciudades más amables y menos contaminadas. Un nuevo estudio realizado por EY ha dado a conocer que el uso compartido de bicicletas genera 305 millones de euros en beneficios anuales en Europa.
Más de 150 ciudades europeas ofrecen servicios de bicicletas compartidas, desde sistemas masivos como el de París hasta el de Bruselas. Todas ellas forman una flota de 438.000 bicicletas compartidas que proporcionan millones de viajes anuales y conectan a las personas con su trabajo, centro educativo y transporte público.
El análisis destaca que las bicicletas compartidas generan un impacto positivo en tres frentes: el ambiental, el sanitario y el económico. Cada año, se evitan 46.000 toneladas de emisiones de CO2 y 200 toneladas de contaminantes atmosféricos nocivos. Además, al reemplazar los viajes en coche, se previenen 1.000 enfermedades crónicas, lo que representa un ahorro de 40 millones de euros en asistencia sanitaria.
El uso compartido de bicicletas también alivia la congestión en las carreteras, con un ahorro de 760.000 horas de productividad valoradas en 30 millones de euros, que respaldan 6.000 empleos equivalentes a tiempo completo en toda Europa. Para los usuarios, esto significa un transporte más económico, ya que reduce los gastos de movilidad hasta un 90% en comparación con los automóviles.
Según Yannick Cabrol, directora de EY, "por cada euro invertido en sistemas de bicicletas de uso compartido, se recuperan al menos 1,10 euros, lo que equivale al 10%, a la vez que se devuelve el tiempo a las personas, se mejora la calidad del aire que respiran, se crean puestos de trabajo para quienes están alejados del mercado laboral y se reduce la huella de carbono". Esto es un buen argumento de inversión para las ciudades, especialmente de cara al futuro. Para 2030, se prevé que los beneficios podrían alcanzar un billón de euros anuales.
El estudio identifica cuatro factores que podrían impulsar la expansión del uso compartido de bicicletas: el aumento de la demanda debido a la urbanización y la concienciación; una mayor oferta gracias a políticas públicas y una cobertura más amplia; la electrificación de las flotas en respuesta al gran interés de los usuarios; y la expansión territorial para cubrir las lagunas existentes en el servicio.
Estas oportunidades dependen de unas condiciones favorables, como una política y una financiación coherentes, unos sistemas más flexibles y fiables basados en una planificación basada en datos y una mayor integración con el transporte público y la infraestructura ciclista. Lauha Fried, directora de política de Cycling Industries, ha asegurado que "este estudio modifique la forma en que las ciudades conciben el uso compartido de la bicicleta. Ya no es solo un coste, es una inversión que ofrece claros beneficios: reducción de emisiones, aire más limpio, mayor productividad y ciudadanos más sanos".
En definitiva, la bicicleta compartida se consolida cada vez más como un medio de transporte sostenible y estratégico para las ciudades. Con políticas e inversiones adecuadas, esta herramienta puede contribuir a conseguir unos ciudadanos más sanos, unos sistemas de transporte mucho más eficientes y unas economías locales más potentes.
Más de 150 ciudades europeas ofrecen servicios de bicicletas compartidas, desde sistemas masivos como el de París hasta el de Bruselas. Todas ellas forman una flota de 438.000 bicicletas compartidas que proporcionan millones de viajes anuales y conectan a las personas con su trabajo, centro educativo y transporte público.
El análisis destaca que las bicicletas compartidas generan un impacto positivo en tres frentes: el ambiental, el sanitario y el económico. Cada año, se evitan 46.000 toneladas de emisiones de CO2 y 200 toneladas de contaminantes atmosféricos nocivos. Además, al reemplazar los viajes en coche, se previenen 1.000 enfermedades crónicas, lo que representa un ahorro de 40 millones de euros en asistencia sanitaria.
El uso compartido de bicicletas también alivia la congestión en las carreteras, con un ahorro de 760.000 horas de productividad valoradas en 30 millones de euros, que respaldan 6.000 empleos equivalentes a tiempo completo en toda Europa. Para los usuarios, esto significa un transporte más económico, ya que reduce los gastos de movilidad hasta un 90% en comparación con los automóviles.
Según Yannick Cabrol, directora de EY, "por cada euro invertido en sistemas de bicicletas de uso compartido, se recuperan al menos 1,10 euros, lo que equivale al 10%, a la vez que se devuelve el tiempo a las personas, se mejora la calidad del aire que respiran, se crean puestos de trabajo para quienes están alejados del mercado laboral y se reduce la huella de carbono". Esto es un buen argumento de inversión para las ciudades, especialmente de cara al futuro. Para 2030, se prevé que los beneficios podrían alcanzar un billón de euros anuales.
El estudio identifica cuatro factores que podrían impulsar la expansión del uso compartido de bicicletas: el aumento de la demanda debido a la urbanización y la concienciación; una mayor oferta gracias a políticas públicas y una cobertura más amplia; la electrificación de las flotas en respuesta al gran interés de los usuarios; y la expansión territorial para cubrir las lagunas existentes en el servicio.
Estas oportunidades dependen de unas condiciones favorables, como una política y una financiación coherentes, unos sistemas más flexibles y fiables basados en una planificación basada en datos y una mayor integración con el transporte público y la infraestructura ciclista. Lauha Fried, directora de política de Cycling Industries, ha asegurado que "este estudio modifique la forma en que las ciudades conciben el uso compartido de la bicicleta. Ya no es solo un coste, es una inversión que ofrece claros beneficios: reducción de emisiones, aire más limpio, mayor productividad y ciudadanos más sanos".
En definitiva, la bicicleta compartida se consolida cada vez más como un medio de transporte sostenible y estratégico para las ciudades. Con políticas e inversiones adecuadas, esta herramienta puede contribuir a conseguir unos ciudadanos más sanos, unos sistemas de transporte mucho más eficientes y unas economías locales más potentes.