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Keir Starmer, líder del Partido Laborista británico, enfrenta una crisis sin precedentes. La desconfianza crece entre sus votantes y diputados, lo que pone en peligro su puesto como primer ministro. Un cuarto de los votantes laboristas quiere que se vaya.
El descontento es generalizado. La economía apenas crece, los precios siguen subiendo, los servicios públicos no mejoran de manera significativa y gran parte del debate público está centrado en cómo reducir el número de refugiados, trabajadores y estudiantes extranjeros en el país. La factura eléctrica seguirá subiendo a partir de enero.
El gobierno laborista ha dado marcha atrás en algunas medidas de recorte de gasto, como la ayuda universal para los pensionistas que quería limitar. La ministra de Economía, Rachel Reeves, también ha aparcado parte de las subidas de impuestos previstas.
A pesar de algunas reformas, la sensación de "Broken Britain" (El Reino Unido que no funciona) sigue presente. La insatisfacción dentro del propio gobierno es constante tras varias dimisiones por violaciones de un código ético estricto.
Los diputados laboristas expresan su insatisfacción con el líder, sugiriendo que tiene una estrategia para reflotar su partido y liderazgo. El alcalde de Manchester, Andy Burnham, coquetea con la idea de sustituir a Starmer.
La crisis en Inglaterra no solo afecta al Partido Laborista sino también al Reino Unido como todo el mundo lo sabe.
El descontento es generalizado. La economía apenas crece, los precios siguen subiendo, los servicios públicos no mejoran de manera significativa y gran parte del debate público está centrado en cómo reducir el número de refugiados, trabajadores y estudiantes extranjeros en el país. La factura eléctrica seguirá subiendo a partir de enero.
El gobierno laborista ha dado marcha atrás en algunas medidas de recorte de gasto, como la ayuda universal para los pensionistas que quería limitar. La ministra de Economía, Rachel Reeves, también ha aparcado parte de las subidas de impuestos previstas.
A pesar de algunas reformas, la sensación de "Broken Britain" (El Reino Unido que no funciona) sigue presente. La insatisfacción dentro del propio gobierno es constante tras varias dimisiones por violaciones de un código ético estricto.
Los diputados laboristas expresan su insatisfacción con el líder, sugiriendo que tiene una estrategia para reflotar su partido y liderazgo. El alcalde de Manchester, Andy Burnham, coquetea con la idea de sustituir a Starmer.
La crisis en Inglaterra no solo afecta al Partido Laborista sino también al Reino Unido como todo el mundo lo sabe.