TertuliaCriolla
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En la montaña alavesa, donde la tradición sigue viva en un fuego que late en el corazón del paisaje, hay una cocina que refleja la historia y la esencia de un lugar. Edorta Lamo, chef y dueño del restaurante Arrea!, recupera las recetas de su infancia para redimir los recuerdos de una época pasada.
En esta cocina, el sonido de la hours es el del viento que susurra a través de los ramajes, mientras que las olores despiden momentos de nostalgia. El aroma de la combustión de las carboneras, el benceno de las viejas minas de asfalto, y el olor a inercia prolongada hasta la silueta de un horizonte de cimas calizas tapizadas de verdes, todo contribuye a crear una experiencia culinaria única.
La cocina es un refugio que sirve con cubiertos de boj, donde se sirven setas, plantas aromáticas, cangrejos de río, caracoles y truchas. Las recetas son fermentadas con la masa madre del secretismo, y la escasez da una abundancia de patés, embutidos y conservas de paloma y perdiz.
En este restaurante, se sirven lechugas locales, rudas y carnosas, untes de choriceros, avellanas y pimientos asados. También hay sentimiento y originalidad en cada plato, junto a líquenes, nueces y atrevimiento. La música del aprovechamiento es parte de la banda sonora de las biografías humildes.
Descubrir lo exótico en un paseo, en un pasado, prueba lo que nos hemos alejado de una naturaleza que sentimos ajena e insólita. En Arrea!, Edorta Lamo nos invita a imaginar y adivinar sus progresos, es decir, a crear y a encontrar formas nuevas de vivir.
En esta cocina, la nostalgia reparadora combina resonancias de un paraje con su cultura de la privación, y las recetas se superponen indistinguibles entre las capas de su fértil propuesta. Es una forma de supervivencia fermentada, donde la distancia más corta a un sentimiento es el aroma de una nostalgia reparadora.
En esta cocina, el sonido de la hours es el del viento que susurra a través de los ramajes, mientras que las olores despiden momentos de nostalgia. El aroma de la combustión de las carboneras, el benceno de las viejas minas de asfalto, y el olor a inercia prolongada hasta la silueta de un horizonte de cimas calizas tapizadas de verdes, todo contribuye a crear una experiencia culinaria única.
La cocina es un refugio que sirve con cubiertos de boj, donde se sirven setas, plantas aromáticas, cangrejos de río, caracoles y truchas. Las recetas son fermentadas con la masa madre del secretismo, y la escasez da una abundancia de patés, embutidos y conservas de paloma y perdiz.
En este restaurante, se sirven lechugas locales, rudas y carnosas, untes de choriceros, avellanas y pimientos asados. También hay sentimiento y originalidad en cada plato, junto a líquenes, nueces y atrevimiento. La música del aprovechamiento es parte de la banda sonora de las biografías humildes.
Descubrir lo exótico en un paseo, en un pasado, prueba lo que nos hemos alejado de una naturaleza que sentimos ajena e insólita. En Arrea!, Edorta Lamo nos invita a imaginar y adivinar sus progresos, es decir, a crear y a encontrar formas nuevas de vivir.
En esta cocina, la nostalgia reparadora combina resonancias de un paraje con su cultura de la privación, y las recetas se superponen indistinguibles entre las capas de su fértil propuesta. Es una forma de supervivencia fermentada, donde la distancia más corta a un sentimiento es el aroma de una nostalgia reparadora.