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El mundo se está adaptando a los aranceles, pero altera el mapa de exportaciones. El tsunami arancelario de la Administración Trump y sus sucesivas réplicas han obligado a los sectores exteriores a una rápida adaptación a los nuevos peajes aduaneros. Sin embargo, esta escalada de gravámenes y el pulso geoestratégico entre Washington y Pekín están redibujando el mapa comercial y amenazan con trastocar el frágil equilibrio logístico y del transporte marítimo a escala global.
La India acelera la diversificación de su cesta exportadora mientras potencia sus industrias manufacturas para competir con los "tigres asiáticos" y China. El país está en la carrera por convertirse en las nuevas factorías mundiales de materiales elaborados, con el objetivo de minimizar así los daños colaterales de cuatro meses consecutivos de descensos de ventas a EEUU.
Japón, con sus enormes niveles de ahorro, ha convertido a la cuarta economía global en un destino inversor preferencial. Las firmas exportadoras japonesas modelan alternativas para desviar sus tradicionales flujos hacia el mercado americano y están ideando estrategias corporativas que eleven el peso de sus capitales en suelo estadounidense.
Canadá ya importa más vehículos desde México que desde su vecino del sur, mientras China compra masivamente soja a Sudamérica en vez de a los agricultores de EEUU. Esto ha vuelto a abrir la caja de los truenos en el Despacho Oval.
El nuevo orden internacional ha reseteado la globalización y casi convertir en realidad el drama de un "decoupling" (desconexión) del esquema de libre comercio que precisamente perfiló EEUU desde la Guerra Fría. Es decir, una división en dos bloques, cada uno liderado por una de las dos superpotencias.
Los pactos bilaterales que ha forjado Washington se ciñen a los aranceles recíprocos y gravámenes a productos, sectores o materias primas esenciales para el avance tecnológico hacia la inteligencia artificial. En no pocas ocasiones han sido cincelados bajo amenazas inversoras o geoestratégicas.
El botón de la tarifa impuesta a India que explica el gabinete Trump con una doble justificación, obliga a Narendra Modi a interrumpir sus compras de gas y petróleo ruso y forzar a Delhi a elevar sus dosis de capital hacia el sector energético americano.
El tsunami arancelario y su constante caos han alterado las estrategias corporativas de los sectores exteriores, reforzado sus provisiones y inventarios y les han instado a vigilar estrechamente todo movimiento geopolítico, económico o bursátil. Casi todos están sometidos a volatilidades e incertidumbres.
El riesgo de recesión es una incógnita que el FMI ha descartado en su cita otoñal, pero se asiente un riesgo creciente de inflación que podría afectar la salud real de la economía global. El orden económico que rige desde los ochenta "se está reestructurando y nos adentra en una nueva era" de anemia en la actividad.
Las cifras y cálculos no pueden esconder la realidad política que opera en el sector comercial. Gobiernos y empresas se están adaptando a un modelo económico más costoso que dificulta el acceso a los consumidores. Naciones como Perú o Lesoto buscan socios en Asia y Europa para colocar sus rúbricas exportadoras.
Las tierras raras son cruciales en la tecnología vinculada al negocio de Defensa, pero también para marcas automovilísticas. Las empresas están experimentando interrupciones constantes en sus procesos productivos y contratos de suministro. El pulso geoestratégico entre EEUU y China añade más leña al fuego.
El pulso se ha trasladado al ámbito logístico y de transporte, porque la Casa Blanca ha subido las tasas portuarias en EEUU. Esta maniobra proteccionista de Trump se une a la subida arancelaria de Pekín a los buques estadounidenses y las sanciones cursadas a varias filiales americanas.
El mundo se está dividiendo en dos bloques, cada uno liderado por una de las dos superpotencias. El nuevo orden internacional ha reseteado la globalización y el riesgo de recesión es una incógnita que el FMI ha descartado en su cita otoñal.
El mercado empieza a mostrar una clara inclinación a apreciar una "burbuja bursátil" insuflada por valores vinculados a la IA. El trimestre estival ha dejado un S&P 500 demasiado sobrevalorado y un Índice Case Shiller que determina la evolución de precios de la vivienda en EEUU se encuentra en su máximo histórico.
El oro y los criptoactivos siguen subiendo, a pesar de sus nuevos episodios de volatilidad. Las anómalas rentabilidades en los mercados de bonos ponen en entredicho la salud real de la economía de cara al último trimestre del año.
Las empresas tecnológicas y del sector exterior temen que la disputa entre Washington y Pekín provoque rupturas en las cadenas de valor y suministros. El nuevo gesto proteccionista de Trump se une a la subida arancelaria de Pekín a los buques estadounidenses y las sanciones cursadas a varias filiales americanas.
El mundo se está dividiendo en dos bloques, cada uno liderado por una de las dos superpotencias. El nuevo orden internacional ha reseteado la globalización.
La India acelera la diversificación de su cesta exportadora mientras potencia sus industrias manufacturas para competir con los "tigres asiáticos" y China. El país está en la carrera por convertirse en las nuevas factorías mundiales de materiales elaborados, con el objetivo de minimizar así los daños colaterales de cuatro meses consecutivos de descensos de ventas a EEUU.
Japón, con sus enormes niveles de ahorro, ha convertido a la cuarta economía global en un destino inversor preferencial. Las firmas exportadoras japonesas modelan alternativas para desviar sus tradicionales flujos hacia el mercado americano y están ideando estrategias corporativas que eleven el peso de sus capitales en suelo estadounidense.
Canadá ya importa más vehículos desde México que desde su vecino del sur, mientras China compra masivamente soja a Sudamérica en vez de a los agricultores de EEUU. Esto ha vuelto a abrir la caja de los truenos en el Despacho Oval.
El nuevo orden internacional ha reseteado la globalización y casi convertir en realidad el drama de un "decoupling" (desconexión) del esquema de libre comercio que precisamente perfiló EEUU desde la Guerra Fría. Es decir, una división en dos bloques, cada uno liderado por una de las dos superpotencias.
Los pactos bilaterales que ha forjado Washington se ciñen a los aranceles recíprocos y gravámenes a productos, sectores o materias primas esenciales para el avance tecnológico hacia la inteligencia artificial. En no pocas ocasiones han sido cincelados bajo amenazas inversoras o geoestratégicas.
El botón de la tarifa impuesta a India que explica el gabinete Trump con una doble justificación, obliga a Narendra Modi a interrumpir sus compras de gas y petróleo ruso y forzar a Delhi a elevar sus dosis de capital hacia el sector energético americano.
El tsunami arancelario y su constante caos han alterado las estrategias corporativas de los sectores exteriores, reforzado sus provisiones y inventarios y les han instado a vigilar estrechamente todo movimiento geopolítico, económico o bursátil. Casi todos están sometidos a volatilidades e incertidumbres.
El riesgo de recesión es una incógnita que el FMI ha descartado en su cita otoñal, pero se asiente un riesgo creciente de inflación que podría afectar la salud real de la economía global. El orden económico que rige desde los ochenta "se está reestructurando y nos adentra en una nueva era" de anemia en la actividad.
Las cifras y cálculos no pueden esconder la realidad política que opera en el sector comercial. Gobiernos y empresas se están adaptando a un modelo económico más costoso que dificulta el acceso a los consumidores. Naciones como Perú o Lesoto buscan socios en Asia y Europa para colocar sus rúbricas exportadoras.
Las tierras raras son cruciales en la tecnología vinculada al negocio de Defensa, pero también para marcas automovilísticas. Las empresas están experimentando interrupciones constantes en sus procesos productivos y contratos de suministro. El pulso geoestratégico entre EEUU y China añade más leña al fuego.
El pulso se ha trasladado al ámbito logístico y de transporte, porque la Casa Blanca ha subido las tasas portuarias en EEUU. Esta maniobra proteccionista de Trump se une a la subida arancelaria de Pekín a los buques estadounidenses y las sanciones cursadas a varias filiales americanas.
El mundo se está dividiendo en dos bloques, cada uno liderado por una de las dos superpotencias. El nuevo orden internacional ha reseteado la globalización y el riesgo de recesión es una incógnita que el FMI ha descartado en su cita otoñal.
El mercado empieza a mostrar una clara inclinación a apreciar una "burbuja bursátil" insuflada por valores vinculados a la IA. El trimestre estival ha dejado un S&P 500 demasiado sobrevalorado y un Índice Case Shiller que determina la evolución de precios de la vivienda en EEUU se encuentra en su máximo histórico.
El oro y los criptoactivos siguen subiendo, a pesar de sus nuevos episodios de volatilidad. Las anómalas rentabilidades en los mercados de bonos ponen en entredicho la salud real de la economía de cara al último trimestre del año.
Las empresas tecnológicas y del sector exterior temen que la disputa entre Washington y Pekín provoque rupturas en las cadenas de valor y suministros. El nuevo gesto proteccionista de Trump se une a la subida arancelaria de Pekín a los buques estadounidenses y las sanciones cursadas a varias filiales americanas.
El mundo se está dividiendo en dos bloques, cada uno liderado por una de las dos superpotencias. El nuevo orden internacional ha reseteado la globalización.