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El CEO de Perplexity advierte con claridad sobre el peligro de enamorarse de la IA: "Tu mente se manipula muy fácilmente". Un problema creciente en las relaciones con sistemas de inteligencia artificial.
La interacción diaria con asistentes virtuales o chatbots diseñados para ofrecer atención personalizada genera relaciones que, con el tiempo, adquieren matices emocionales y pueden derivar en sentimientos comparables al afecto humano. La sensación de acompañamiento estable que se crea a partir de la rutina y la repetición ha transformado la frontera entre herramienta tecnológica y figura afectiva originando una nueva forma de apego digital.
El consejero delegado de Perplexity, Aravind Srinivas, abordó este fenómeno en una charla en la Universidad de Chicago difundida por Business Insider. El directivo advirtió que la expansión de los chatbots diseñados como pareja virtual puede convertirse en un riesgo para la salud mental de los usuarios: "Eso ya es peligroso por sí mismo", explicó Srinivas. "Muchas personas consideran que la vida real resulta más aburrida que esas experiencias y pasan horas y horas de tiempo".
Según Srinivas, la IA destinada a la compañía emocional crea un entorno que altera la percepción del mundo y distorsiona la experiencia cotidiana. "La mente se manipula con mucha facilidad", advirtió.
Sin embargo, otras empresas tecnológicas promueven el uso de asistentes conversacionales con rasgos sociales. Elon Musk lanzó Grok-4 a través de xAI, que incluye personajes virtuales como Ani o Rudi. Mark Zuckerberg afirmó que los chatbots pueden actuar como amigos para quienes carecen de relaciones cercanas.
El avance de este tipo de aplicaciones sugiere un cambio de comportamiento impulsado por la interacción prolongada. Básicamente, lo que empieza como algo curioso se convierte en una relación afectiva mantenida por algoritmos que aprenden de cada conversación y generan un círculo vicioso del que no se logra salir con facilidad.
En ese punto, la advertencia de Srinivas cobra fuerza: cuanto más se prolonga el trato con estos sistemas, más se confunden las emociones reales con las respuestas automatizadas. Es evidente que el apego no aparece de golpe, sino que se forma poco a poco, a base de conversaciones diarias que convierten un hábito aparentemente inócuo en una relación casi humana.
Un problema creciente que requiere atención. ¿Estamos preparados para enfrentar los riesgos psicológicos del apego digital?
La interacción diaria con asistentes virtuales o chatbots diseñados para ofrecer atención personalizada genera relaciones que, con el tiempo, adquieren matices emocionales y pueden derivar en sentimientos comparables al afecto humano. La sensación de acompañamiento estable que se crea a partir de la rutina y la repetición ha transformado la frontera entre herramienta tecnológica y figura afectiva originando una nueva forma de apego digital.
El consejero delegado de Perplexity, Aravind Srinivas, abordó este fenómeno en una charla en la Universidad de Chicago difundida por Business Insider. El directivo advirtió que la expansión de los chatbots diseñados como pareja virtual puede convertirse en un riesgo para la salud mental de los usuarios: "Eso ya es peligroso por sí mismo", explicó Srinivas. "Muchas personas consideran que la vida real resulta más aburrida que esas experiencias y pasan horas y horas de tiempo".
Según Srinivas, la IA destinada a la compañía emocional crea un entorno que altera la percepción del mundo y distorsiona la experiencia cotidiana. "La mente se manipula con mucha facilidad", advirtió.
Sin embargo, otras empresas tecnológicas promueven el uso de asistentes conversacionales con rasgos sociales. Elon Musk lanzó Grok-4 a través de xAI, que incluye personajes virtuales como Ani o Rudi. Mark Zuckerberg afirmó que los chatbots pueden actuar como amigos para quienes carecen de relaciones cercanas.
El avance de este tipo de aplicaciones sugiere un cambio de comportamiento impulsado por la interacción prolongada. Básicamente, lo que empieza como algo curioso se convierte en una relación afectiva mantenida por algoritmos que aprenden de cada conversación y generan un círculo vicioso del que no se logra salir con facilidad.
En ese punto, la advertencia de Srinivas cobra fuerza: cuanto más se prolonga el trato con estos sistemas, más se confunden las emociones reales con las respuestas automatizadas. Es evidente que el apego no aparece de golpe, sino que se forma poco a poco, a base de conversaciones diarias que convierten un hábito aparentemente inócuo en una relación casi humana.
Un problema creciente que requiere atención. ¿Estamos preparados para enfrentar los riesgos psicológicos del apego digital?