En Lisboa, un funicular es testigo del desastre causado por cables que no cumplen con las normas de seguridad. El accidente del pasado 3 de septiembre, en el que murieron 16 personas, se debió a la rotura de un cable que no cumplía con los estándares establecidos para el transporte de pasajeros ni con las especificaciones de la empresa de transporte urbano.
El Gabinete de Prevención e Investigación de Accidentes de Aeronaves y Accidentes Ferroviarios (GPIAAF) concluyó en su informe preliminar que el cable estaba roto tras 337 días de uso, lo que indica un desplome en la calidad del mantenimiento. La investigación tampoco ha detectado los motivos exactos de la rotura, pero sí encontró múltiples irregularidades tanto en el material empleado como en los procedimientos de control y mantenimiento.
La empresa que opera el funicular, CCFL, no tenía certificación para el transporte de personas, lo que eleva las preguntas sobre cómo pudieron permitir este uso sin las debidas garantías. El cable no era apto para su utilización con pivotes en los extremos, un sistema utilizado tanto en el funicular Gloria como en Lavra.
Según el informe del GPIAAF, los controles internos de la CCFL fueron inadecuados para prevenir o detectar errores en el mantenimiento y adquisición de cables. A pesar de esto, el organismo recordó que cables similares habían sido utilizados durante 601 días sin incidentes en otros funiculares.
La zona donde se produjo la rotura no permitía realizar inspecciones visuales completas sin desmontar parte de la instalación, y se encontraron indicios de que algunas tareas registradas como completadas no correspondían a trabajos realmente efectuados. El sistema de emergencia funcionó correctamente al cortar la energía eléctrica, pero el mecanismo de frenado activado en el momento del accidente falló.
Las autoridades deben investigar cómo pudieron permitir que este cable roto causara tal desastre y qué medidas se tomarán para garantizar que no se repita.
El Gabinete de Prevención e Investigación de Accidentes de Aeronaves y Accidentes Ferroviarios (GPIAAF) concluyó en su informe preliminar que el cable estaba roto tras 337 días de uso, lo que indica un desplome en la calidad del mantenimiento. La investigación tampoco ha detectado los motivos exactos de la rotura, pero sí encontró múltiples irregularidades tanto en el material empleado como en los procedimientos de control y mantenimiento.
La empresa que opera el funicular, CCFL, no tenía certificación para el transporte de personas, lo que eleva las preguntas sobre cómo pudieron permitir este uso sin las debidas garantías. El cable no era apto para su utilización con pivotes en los extremos, un sistema utilizado tanto en el funicular Gloria como en Lavra.
Según el informe del GPIAAF, los controles internos de la CCFL fueron inadecuados para prevenir o detectar errores en el mantenimiento y adquisición de cables. A pesar de esto, el organismo recordó que cables similares habían sido utilizados durante 601 días sin incidentes en otros funiculares.
La zona donde se produjo la rotura no permitía realizar inspecciones visuales completas sin desmontar parte de la instalación, y se encontraron indicios de que algunas tareas registradas como completadas no correspondían a trabajos realmente efectuados. El sistema de emergencia funcionó correctamente al cortar la energía eléctrica, pero el mecanismo de frenado activado en el momento del accidente falló.
Las autoridades deben investigar cómo pudieron permitir que este cable roto causara tal desastre y qué medidas se tomarán para garantizar que no se repita.