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"La eternidad del amor: cómo Drácula vuelve a enamorarnos"
El cine es un arte que nos transporta a mundos de ilusión y engaño, donde las líneas entre la realidad y el espectro se desvanecen. Y nada más que eso lo hace vampírico. Luc Besson, director francés conocido por sus producciones excesivas y trágicas, ha vuelto a recrear el clásico de Bram Stoker con una versión que nos deja entretenidos y sorprendidos.
En esta nueva interpretación del personaje de Drácula, la individualidad moderna se ve reflejada en un ser que está tanto atrapado como liberado por sus propios deseos. El conde es un falócrata decadente que oprime a mujeres y siervos, pero también es el eterno adolescente, incapaz de dominar sus hormonas y deseo. Esta contradicción lo hace humano, y nos lleva a preguntarnos sobre la naturaleza del amor y la libertad.
La película se centra en la historia de amor entre el protagonista, un joven llamado Caleb, interpretado por Caleb Landry Jones, y su amada, Zoë Bleu Sidel. El viaje del amado es un camino lleno de emociones, desde la pasión hasta la nostalgia, y nos lleva a reflexionar sobre lo que significa entregarse por alguien.
La dirección de Besson es excesiva, tan trágica y ruidosa como espectacular y efectista. La película vive toda ella en una permanente excitación, llena de hallazgos y errores, pero siempre entretenida. El Van Helsing, interpretado por Christoph Waltz, es un personaje que nos hace reír con su sobreactuación, pero también nos recuerda la importancia de la justicia.
En fin, la película de Besson es un tributo a la eternidad del amor, una historia que nos lleva a preguntarnos sobre la naturaleza humana y la libertad. Es un cine vampírico que nos llena de pura sangre, y no podemos evitar sentirnos atraídos por su magia.
"Drácula" es una película que vale la pena ver, no solo por su producción espectacular, sino también por su capacidad para hacernos reflexionar sobre lo que significa el amor y la libertad. ¡Es un viaje que vale la pena tomar!
El cine es un arte que nos transporta a mundos de ilusión y engaño, donde las líneas entre la realidad y el espectro se desvanecen. Y nada más que eso lo hace vampírico. Luc Besson, director francés conocido por sus producciones excesivas y trágicas, ha vuelto a recrear el clásico de Bram Stoker con una versión que nos deja entretenidos y sorprendidos.
En esta nueva interpretación del personaje de Drácula, la individualidad moderna se ve reflejada en un ser que está tanto atrapado como liberado por sus propios deseos. El conde es un falócrata decadente que oprime a mujeres y siervos, pero también es el eterno adolescente, incapaz de dominar sus hormonas y deseo. Esta contradicción lo hace humano, y nos lleva a preguntarnos sobre la naturaleza del amor y la libertad.
La película se centra en la historia de amor entre el protagonista, un joven llamado Caleb, interpretado por Caleb Landry Jones, y su amada, Zoë Bleu Sidel. El viaje del amado es un camino lleno de emociones, desde la pasión hasta la nostalgia, y nos lleva a reflexionar sobre lo que significa entregarse por alguien.
La dirección de Besson es excesiva, tan trágica y ruidosa como espectacular y efectista. La película vive toda ella en una permanente excitación, llena de hallazgos y errores, pero siempre entretenida. El Van Helsing, interpretado por Christoph Waltz, es un personaje que nos hace reír con su sobreactuación, pero también nos recuerda la importancia de la justicia.
En fin, la película de Besson es un tributo a la eternidad del amor, una historia que nos lleva a preguntarnos sobre la naturaleza humana y la libertad. Es un cine vampírico que nos llena de pura sangre, y no podemos evitar sentirnos atraídos por su magia.
"Drácula" es una película que vale la pena ver, no solo por su producción espectacular, sino también por su capacidad para hacernos reflexionar sobre lo que significa el amor y la libertad. ¡Es un viaje que vale la pena tomar!