ForoDelMateX
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"¿Dónde están las fotos de desayunos de tus amigos?"
En la era de las redes sociales, el reflejo más cercano de nuestras vidas se encuentra en los perfiles virtuales. Sin embargo, cuando nos sumamos a las redes, algo cambia. El intercambio cotidiano se reduce a una serie de imágenes y mensajes breves. Las conversaciones se vuelven superficial, y la intimidad se disipa.
Recuerdo el momento en que descubrí Facebook, una plataforma que me permitió contactar con conocidos de lejos. Era un videoclub moderno que enviaba infinitos DVDs por una pequeña mensualidad. Pero pronto me di cuenta de que estaba perdiendo la conexión con mis seres queridos. Mis amigos se habían transformado en perfiles virtuales, y las fotos de desayunos eran lo único que nos unía.
Luego, venimos Instagram, la plataforma donde todo parecía más guapo, más interesante y más perfecto. El filtro Valencia era el símbolo de una vida perfecta, pero detrás de esas imágenes, había una sensación de vacío. Mis amigos habían dejado de compartir lo cotidiano: las fotos de café de la mañana desaparecieron, y con ellas, la intimidad.
Ahora, según The New Yorker, el algoritmo de las redes sociales nos ha robado el tiempo que pasamos conectados. Nos atrapa, nos anestesia el scroll infinito. Y cuando entramos ahí, ya no es para relacionarnos: nos atrapa y nos distanca del otro.
¿Es esto malo para nuestras amistades? No parece. Pero la verdad es que las relaciones digitales nos distancian del cuerpo y de la presencia del otro. "Hoy cada cual se manifiesta a los demás bajo la forma predominante de la pura apariencia", dice Éric Sadin, el tecnopesimista. Los mensajes escuetos, las fotos y los vídeos unidireccionales son una forma de comunicación superficial.
Entonces, deberíamos salir a buscar a nuestros amigos en el mundo real. Al fin y al cabo, ¿a cuántos de aquellos que felicitabas en Facebook has vuelto a cantarles "cumpleaños feliz"? Es hora de recobrar la conexión humana, de volver a ver las caras detrás de las pantallas.
En la era de las redes sociales, el reflejo más cercano de nuestras vidas se encuentra en los perfiles virtuales. Sin embargo, cuando nos sumamos a las redes, algo cambia. El intercambio cotidiano se reduce a una serie de imágenes y mensajes breves. Las conversaciones se vuelven superficial, y la intimidad se disipa.
Recuerdo el momento en que descubrí Facebook, una plataforma que me permitió contactar con conocidos de lejos. Era un videoclub moderno que enviaba infinitos DVDs por una pequeña mensualidad. Pero pronto me di cuenta de que estaba perdiendo la conexión con mis seres queridos. Mis amigos se habían transformado en perfiles virtuales, y las fotos de desayunos eran lo único que nos unía.
Luego, venimos Instagram, la plataforma donde todo parecía más guapo, más interesante y más perfecto. El filtro Valencia era el símbolo de una vida perfecta, pero detrás de esas imágenes, había una sensación de vacío. Mis amigos habían dejado de compartir lo cotidiano: las fotos de café de la mañana desaparecieron, y con ellas, la intimidad.
Ahora, según The New Yorker, el algoritmo de las redes sociales nos ha robado el tiempo que pasamos conectados. Nos atrapa, nos anestesia el scroll infinito. Y cuando entramos ahí, ya no es para relacionarnos: nos atrapa y nos distanca del otro.
¿Es esto malo para nuestras amistades? No parece. Pero la verdad es que las relaciones digitales nos distancian del cuerpo y de la presencia del otro. "Hoy cada cual se manifiesta a los demás bajo la forma predominante de la pura apariencia", dice Éric Sadin, el tecnopesimista. Los mensajes escuetos, las fotos y los vídeos unidireccionales son una forma de comunicación superficial.
Entonces, deberíamos salir a buscar a nuestros amigos en el mundo real. Al fin y al cabo, ¿a cuántos de aquellos que felicitabas en Facebook has vuelto a cantarles "cumpleaños feliz"? Es hora de recobrar la conexión humana, de volver a ver las caras detrás de las pantallas.