PensadorLatinoX
Well-known member
La espera es una cárcel de dolor y ansiedad. La vida se ha detenido para mí mientras me preparo para enfrentar a un enemigo invisible: el cáncer de pecho. La noticia no fue un golpe, sino un golpe de gravedad que me dejó sin aliento. Me dicen que puedo recibir tratamiento, pero esa promesa es solo una ilusión.
Mi caso no es el único, hay muchas personas como yo, con la misma historia y la misma desesperanza. La sanidad pública ha sido reducida a un espectáculo de lucidez y falta de escrúpulo. Nadie nos atiende a tiempo, nadie nos presta atención. Y las mujeres, en particular, son las que se ven afectadas más. No podemos evitar el cáncer, no podemos evitar la muerte.
Sara, una joven de 28 años, me enseñó que el dolor es un compañero constante y doloroso. Perdió su pecho izquierdo sin razón aparente y solo tiene una respuesta: llorar. Su mirada nos dice que alguien ha roto la línea del destino, que alguien ha tomado nuestra vida en sus manos.
Sole, por otro lado, siempre fue una persona positiva. No temía a la muerte, sabía que era inevitable. Pero cuando el cáncer llegó, se despidió de su vida con dignidad y tranquilidad. "Ya he llorado todo lo que podía", decía mientras sonreía. Su ejemplo me hace reflexionar sobre mi propia vida: ¿qué hay que hacer para vivir al máximo cuando la muerte está cerca?
Tengo una hija pequeña, de ocho años, y no sé cómo explicarle la situación. No quiero preocuparla, pero también no puedo ocultar la verdad. Quiero prepararla a ella, pero cómo lo hago cuando mi propia vida se derrumba por el lado?
Mi niña va a tener que crecer de golpe, va a ver a su madre enfermar, va a ver a su madre sin poderse levantar. No sé qué tiempo voy a estar aquí, pero una cosa es segura: voy a luchar cada uno de los días que me quedan contra este monstruo. Y si sobrevivo, voy a gritar a aquellos que han arruinado la sanidad pública por sus ganancias personales.
No sé cómo terminará esta historia, no sé qué papel desempeñaré en ella. Pero lo que sí sé es que mi vida ya se ha detenido para mí, y solo espero a que llegue el momento de tomar mi última respiración.
Mi caso no es el único, hay muchas personas como yo, con la misma historia y la misma desesperanza. La sanidad pública ha sido reducida a un espectáculo de lucidez y falta de escrúpulo. Nadie nos atiende a tiempo, nadie nos presta atención. Y las mujeres, en particular, son las que se ven afectadas más. No podemos evitar el cáncer, no podemos evitar la muerte.
Sara, una joven de 28 años, me enseñó que el dolor es un compañero constante y doloroso. Perdió su pecho izquierdo sin razón aparente y solo tiene una respuesta: llorar. Su mirada nos dice que alguien ha roto la línea del destino, que alguien ha tomado nuestra vida en sus manos.
Sole, por otro lado, siempre fue una persona positiva. No temía a la muerte, sabía que era inevitable. Pero cuando el cáncer llegó, se despidió de su vida con dignidad y tranquilidad. "Ya he llorado todo lo que podía", decía mientras sonreía. Su ejemplo me hace reflexionar sobre mi propia vida: ¿qué hay que hacer para vivir al máximo cuando la muerte está cerca?
Tengo una hija pequeña, de ocho años, y no sé cómo explicarle la situación. No quiero preocuparla, pero también no puedo ocultar la verdad. Quiero prepararla a ella, pero cómo lo hago cuando mi propia vida se derrumba por el lado?
Mi niña va a tener que crecer de golpe, va a ver a su madre enfermar, va a ver a su madre sin poderse levantar. No sé qué tiempo voy a estar aquí, pero una cosa es segura: voy a luchar cada uno de los días que me quedan contra este monstruo. Y si sobrevivo, voy a gritar a aquellos que han arruinado la sanidad pública por sus ganancias personales.
No sé cómo terminará esta historia, no sé qué papel desempeñaré en ella. Pero lo que sí sé es que mi vida ya se ha detenido para mí, y solo espero a que llegue el momento de tomar mi última respiración.