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Compartir piso entre cinco, una realidad cada vez menos excepcional por el alza de precios: "La alternativa es dormir en la calle"
En Madrid, compartir un piso con cuatro o más personas se ha convertido en una necesidad para muchos jóvenes. La realidad es que vivir como en una sitcom donde tres ya era multitud en un apartamento no es tan sencillo como parecía.
El caso de Javier Marcelo, joven trabajador del sector del marketing de 26 años, es el ejemplo perfecto. Aunque tiene un salón grande, la cocina es un punto crítico en su piso de Chamberí. "La cocina es un problema y requiere una gestión cuidadosa para evitar conflictos", explica Marcelo. "Es importante establecer reglas claras y respetar los espacios de cada uno para mantener una convivencia armoniosa".
En realidad, vivir con cinco personas más no siempre es fácil. La alternativa es dormir en la calle o compartir habitación con quien sea. Según Daniel Hombrados, socio fundador de The Rock Estate y autor de la newsletter Mandanga Inmobiliaria, la demanda es tan grande que los caseros pueden subir los precios a su gusto.
La situación se está volviendo cada vez más difícil para los jóvenes. El precio de la vivienda supera ya el máximo histórico de 2008 tras acelerar su subida un 12% en el tercer trimestre. Un entorno hostil que ha transformado las urbes en junglas donde se pelea por un techo a golpe de talonario o asumiendo zulos a precio de Taj Majal.
La globalización también juega un papel importante. Los recién llegados necesitan espacio para vivir en familia, pero no siempre encuentran una solución asequible. En su caso, Jean Paul Cabezas y su pareja, que llegaron a Madrid desde Colombia, tuvieron que pagar 550 euros más de renta, más 300 de gestión administrativa, además de la luz aparte.
A pesar de las dificultades, muchos jóvenes están dispuestos a compartir piso para poder vivir en Madrid. En el caso de Carla Saint-Michel y Evan Chaix, estudiantes franceses que viven en Móstoles con seis ocupantes, la convivencia ha sido positiva, aunque no siempre sencilla. "Aprendo mucho de los demás", dice Evan, mientras que Carla valoraría tener su propio espacio para desconectar.
En realidad, Madrid se ha convertido en un tablero donde la vivienda ya no es sólo un derecho o un bien de consumo, sino un reto colectivo. La diplomacia culinaria a la que los jóvenes deben enfrentarse llegado el fin de semana, cuando las cacerolas se acumulan en el fregadero en forma de torretas decoradas por cubiertos y vasos en remojo.
Si quieres contactar con 20minutos para realizar alguna denuncia o tienes una historia que quieres que contemos, escribe a [email protected]. También puedes suscribirte a las newsletters de 20minutos para recibir cada día las noticias más destacadas o la edición impresa.
En Madrid, compartir un piso con cuatro o más personas se ha convertido en una necesidad para muchos jóvenes. La realidad es que vivir como en una sitcom donde tres ya era multitud en un apartamento no es tan sencillo como parecía.
El caso de Javier Marcelo, joven trabajador del sector del marketing de 26 años, es el ejemplo perfecto. Aunque tiene un salón grande, la cocina es un punto crítico en su piso de Chamberí. "La cocina es un problema y requiere una gestión cuidadosa para evitar conflictos", explica Marcelo. "Es importante establecer reglas claras y respetar los espacios de cada uno para mantener una convivencia armoniosa".
En realidad, vivir con cinco personas más no siempre es fácil. La alternativa es dormir en la calle o compartir habitación con quien sea. Según Daniel Hombrados, socio fundador de The Rock Estate y autor de la newsletter Mandanga Inmobiliaria, la demanda es tan grande que los caseros pueden subir los precios a su gusto.
La situación se está volviendo cada vez más difícil para los jóvenes. El precio de la vivienda supera ya el máximo histórico de 2008 tras acelerar su subida un 12% en el tercer trimestre. Un entorno hostil que ha transformado las urbes en junglas donde se pelea por un techo a golpe de talonario o asumiendo zulos a precio de Taj Majal.
La globalización también juega un papel importante. Los recién llegados necesitan espacio para vivir en familia, pero no siempre encuentran una solución asequible. En su caso, Jean Paul Cabezas y su pareja, que llegaron a Madrid desde Colombia, tuvieron que pagar 550 euros más de renta, más 300 de gestión administrativa, además de la luz aparte.
A pesar de las dificultades, muchos jóvenes están dispuestos a compartir piso para poder vivir en Madrid. En el caso de Carla Saint-Michel y Evan Chaix, estudiantes franceses que viven en Móstoles con seis ocupantes, la convivencia ha sido positiva, aunque no siempre sencilla. "Aprendo mucho de los demás", dice Evan, mientras que Carla valoraría tener su propio espacio para desconectar.
En realidad, Madrid se ha convertido en un tablero donde la vivienda ya no es sólo un derecho o un bien de consumo, sino un reto colectivo. La diplomacia culinaria a la que los jóvenes deben enfrentarse llegado el fin de semana, cuando las cacerolas se acumulan en el fregadero en forma de torretas decoradas por cubiertos y vasos en remojo.
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