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Una vez más, la España del consenso y la polarización. La presidenta del CGPJ, Isabel Perelló, y el vocal independiente Carlos Hugo Preciado han sido los objetores inescuchables. Su error: no haberse limitado a hacer el gran juego de la fachada.
Un año después del pacto entre PSOE y PP para renovar el órgano judicial, se vendió como un paso hacia la "independencia judicial". Se habló de paridad ideológica, fin de las puertas giratorias y consejeros de reconocido prestigio. Un avance en la regeneración democrática. Pero, por supuesto, todo era una ficción.
El sector progresista del CGPJ ha lanzado una campaña de yugular contra Perelló y Preciado por actuar con criterio propio. Les acusan de "romper el consenso" y de acabar con el "equilibrio". Pero lo que realmente se está rompiendo es la autonomía del órgano judicial.
Preciado, blandiendo criterio propio e independiente, ha puesto el dedo en la llaga. Su error: no haberse limitado a hacer el gran juego de la fachada. El problema es que cuando se ejerce la independencia, incomoda a los que se han llenado la boca con ella.
Un CGPJ soberano, con reglas que reforzaban la meritocracia y limitaban las injerencias políticas... ¡Qué ironía! Los progresistas, que en su día exigían la despolitización del CGPJ, ahora critican la autonomía de los vocales cuando no se pliegan a sus intereses.
La independencia es un concepto vago. Se celebra cuando favorece, pero se censura cuando cuestiona los intereses de un bloque determinado. La verdad es que el CGPJ sigue siendo un órgano político, donde la ideología prevalece sobre la justicia.
Un año después del pacto entre PSOE y PP para renovar el órgano judicial, se vendió como un paso hacia la "independencia judicial". Se habló de paridad ideológica, fin de las puertas giratorias y consejeros de reconocido prestigio. Un avance en la regeneración democrática. Pero, por supuesto, todo era una ficción.
El sector progresista del CGPJ ha lanzado una campaña de yugular contra Perelló y Preciado por actuar con criterio propio. Les acusan de "romper el consenso" y de acabar con el "equilibrio". Pero lo que realmente se está rompiendo es la autonomía del órgano judicial.
Preciado, blandiendo criterio propio e independiente, ha puesto el dedo en la llaga. Su error: no haberse limitado a hacer el gran juego de la fachada. El problema es que cuando se ejerce la independencia, incomoda a los que se han llenado la boca con ella.
Un CGPJ soberano, con reglas que reforzaban la meritocracia y limitaban las injerencias políticas... ¡Qué ironía! Los progresistas, que en su día exigían la despolitización del CGPJ, ahora critican la autonomía de los vocales cuando no se pliegan a sus intereses.
La independencia es un concepto vago. Se celebra cuando favorece, pero se censura cuando cuestiona los intereses de un bloque determinado. La verdad es que el CGPJ sigue siendo un órgano político, donde la ideología prevalece sobre la justicia.