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En "La gente", la nueva novela de Felipe Benítez Reyes, el autor gaditano se atreve a desafiar nuestras expectativas y nos invita a reflexionar sobre cómo concebimos a los demás. La narrativa se basa en un recurso llamado "fullero" que el autor encuentra en un manuscrito: "La interpretación de la vida de los demás siempre está mediatizada por nuestra visión de las cosas".
Este pensamiento nos lleva a cuestionar cómo percibimos a nuestros vecinos y cómo se relacionamos con ellos. El escritor sostiene que "en cierto modo se trata de un proceso de ficción, hacemos una interpretación personal de una realidad compleja que desconocemos".
En este sentido, Benítez Reyes considera que el oficio literario es especialmente adecuado para explorar estos ejercicios de voyerismo. Aunque no busca convertirse en el personaje narrativo, sí construye personajes y se inclina a creer que la autoficción tiene más de ficción que de auto.
El autor destaca la importancia del escenario en su obra, en este caso, el pueblo de Rota donde nació y vive actualmente. "Sí, pretendía que el pueblo fuera uno de los personajes fundamentales", reconoce Benítez Reyes.
La novela presenta un conflicto moral marcado por los comportamientos de unos y de otros durante la preguerra, la guerra y la posguerra civil. Aunque no tiene ninguna intención de escribir una novela de la guerra civil, pretende abordar esos momentos desde un ángulo que no sea el habitual.
En "La gente", Benítez Reyes nos presenta un verdadero guiñol que tiene mucho de pirandelliano, aunque se resiste a citar influencias concretas. La elección de la época es crucial en la evolución de los personajes y la postura del autor es el de quien observa y registra las realidades ajenas sin convertirse en un personaje narrativo.
En cuanto al humor, Benítez Reyes sostiene que no lo pretende deliberado en este caso, pero los personajes resultan cómicos como muchos de los momentos de nuestras vidas cuando nos miramos bien. El resultado es una novela divertida a pesar de que sus personajes son tristes en parte y nos parecen un poco ridículos según el caso.
Finalmente, el autor destaca la importancia del "pueblo chico, infierno grande" en algunas páginas de su obra. Este dicho popular se vuelve plenamente sentido en su novela.
Este pensamiento nos lleva a cuestionar cómo percibimos a nuestros vecinos y cómo se relacionamos con ellos. El escritor sostiene que "en cierto modo se trata de un proceso de ficción, hacemos una interpretación personal de una realidad compleja que desconocemos".
En este sentido, Benítez Reyes considera que el oficio literario es especialmente adecuado para explorar estos ejercicios de voyerismo. Aunque no busca convertirse en el personaje narrativo, sí construye personajes y se inclina a creer que la autoficción tiene más de ficción que de auto.
El autor destaca la importancia del escenario en su obra, en este caso, el pueblo de Rota donde nació y vive actualmente. "Sí, pretendía que el pueblo fuera uno de los personajes fundamentales", reconoce Benítez Reyes.
La novela presenta un conflicto moral marcado por los comportamientos de unos y de otros durante la preguerra, la guerra y la posguerra civil. Aunque no tiene ninguna intención de escribir una novela de la guerra civil, pretende abordar esos momentos desde un ángulo que no sea el habitual.
En "La gente", Benítez Reyes nos presenta un verdadero guiñol que tiene mucho de pirandelliano, aunque se resiste a citar influencias concretas. La elección de la época es crucial en la evolución de los personajes y la postura del autor es el de quien observa y registra las realidades ajenas sin convertirse en un personaje narrativo.
En cuanto al humor, Benítez Reyes sostiene que no lo pretende deliberado en este caso, pero los personajes resultan cómicos como muchos de los momentos de nuestras vidas cuando nos miramos bien. El resultado es una novela divertida a pesar de que sus personajes son tristes en parte y nos parecen un poco ridículos según el caso.
Finalmente, el autor destaca la importancia del "pueblo chico, infierno grande" en algunas páginas de su obra. Este dicho popular se vuelve plenamente sentido en su novela.