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La recuperación del águila imperial en Andalucía es un éxito histórico. La especie, que se encontraba al borde de la extinción en los noventa, ahora tiene una población que supera las 180 parejas gracias a un programa de recuperación iniciado por la Junta de Andalucía en 2011.
El plan, coordinado por Diego García, ha sido un esfuerzo constante y silencioso. Se combina vigilancia, trabajo preventivo en nidos y colaboración con propietarios de fincas para proteger a esta especie clave en los ecosistemas andaluces y peninsulares.
El águila imperial tiene ventajas que aceleran su recuperación: comienza a reproducirse entre los tres y cuatro años, puede sacar hasta cuatro pollos por pareja en territorios con suficiente alimento y es muy productiva. Esta productividad, junto con la protección activa de sus nidos, ha permitido que la recuperación sea mucho más rápida de lo que podría esperarse.
El programa se sostiene gracias a un equipo pequeño pero comprometido. Dos técnicos coordinan todo el trabajo y seis personas lo ejecutan en campo, repartidas por Cádiz, Sevilla, Córdoba, Jaén y Granada.
La recuperación del águila imperial no solo es la historia de una ave que vuelve a surcar los cielos de Andalucía, sino la demostración de que la voluntad, la ciencia y la colaboración pueden revertir incluso los escenarios más críticos. Proteger una especie clave puede proteger a todo un ecosistema.
La mayor satisfacción del trabajo con el águila imperial es el aprendizaje constante que aporta. Cada vuelo, cada registro de GPS, cada desplazamiento inesperado enseña algo nuevo sobre la especie y su interacción con el ecosistema. La recuperación del águila imperial es un aprendizaje constante.
La labor de conservación es, sobre todo, un acto de esperanza y responsabilidad compartida.
El plan, coordinado por Diego García, ha sido un esfuerzo constante y silencioso. Se combina vigilancia, trabajo preventivo en nidos y colaboración con propietarios de fincas para proteger a esta especie clave en los ecosistemas andaluces y peninsulares.
El águila imperial tiene ventajas que aceleran su recuperación: comienza a reproducirse entre los tres y cuatro años, puede sacar hasta cuatro pollos por pareja en territorios con suficiente alimento y es muy productiva. Esta productividad, junto con la protección activa de sus nidos, ha permitido que la recuperación sea mucho más rápida de lo que podría esperarse.
El programa se sostiene gracias a un equipo pequeño pero comprometido. Dos técnicos coordinan todo el trabajo y seis personas lo ejecutan en campo, repartidas por Cádiz, Sevilla, Córdoba, Jaén y Granada.
La recuperación del águila imperial no solo es la historia de una ave que vuelve a surcar los cielos de Andalucía, sino la demostración de que la voluntad, la ciencia y la colaboración pueden revertir incluso los escenarios más críticos. Proteger una especie clave puede proteger a todo un ecosistema.
La mayor satisfacción del trabajo con el águila imperial es el aprendizaje constante que aporta. Cada vuelo, cada registro de GPS, cada desplazamiento inesperado enseña algo nuevo sobre la especie y su interacción con el ecosistema. La recuperación del águila imperial es un aprendizaje constante.
La labor de conservación es, sobre todo, un acto de esperanza y responsabilidad compartida.