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"La guerra es mi máscara, pero la escritura es mi libertad"
En la frontera de Afganistán e Irán, donde el fuego cruzado de dos guerras lo golpeó desde su nacimiento, Aliyeh Ataei creció con una sensación de desesperanza que se ha mantenido hasta hoy. "Todos soñamos con una bala que acabe con nosotros", recuerda la escritora iraní, que jugó con escorpiones en su infancia y cayó en la desesperación al recibir el cuerpo cortado de su prometido a los 18 años.
La vida de Ataei ha sido marcada por la tragedia desde muy temprana edad. Su padre epiléptico se mordía la lengua, y ella aprendió a soportar el dolor metiendo su mano en la boca para evitar que se lastimara. A los seis años, vio un cuerpo acribillado a balazos, algo que nunca olvidó.
A pesar de todo, Ataei encontró consuelo en la escritura. "Si pudiera elegir", confiesa, "escribiría sobre el amor y no sobre la guerra". Pero el dolor y la sensación de que la vida es corta son algo con lo que ha crecido. "Eso es por qué siempre hemos tenido grandes poetas persas y pocos narradores", explica.
Su libro, "La frontera de los olvidados", habla sobre las víctimas invisibles de las guerras, especialmente las mujeres. "Nosotras no empezamos las Guerras, pero sufrimos las consecuencias", advierte la autora. El dolor se transmite de generación en generación, hasta que llega a pensar que hay un factor genético que une a los afganos, iraníes, iraquíes, sirios o palestinos.
Ataei rinde tributo a las mujeres que han sufrido en la guerra, como su tía Anar, que fue rescatada por un "coyote" con una mordaza blanca alrededor de la mandíbula. La autora también denuncia el olvido de Afganistán en los medios, especialmente desde que se fueron los americanos y volvieron los talibanes.
La escritura es para Ataei "el último acto de resistencia". "Cada vez que una mujer se levanta por sí misma, sin saberlo posiblemente, sin reivindicarlo, se levanta por todas las mujeres", recuerda la autora, citando a Maya Angelou. El derecho a la educación de las mujeres es en su opinión el mayor indicador del progreso o de la falta de progreso de los países.
La historia de Ataei es una de identidad fronteriza y desdoblamiento. "La gente piensa que cuando te vas de un país dejas atrás todo, pero no es cierto", dice. Una parte de ti nunca emigra, y a veces se pregunta si tu Dios emigra también contigo o si se queda atrás, protegiendo tu casa.
En Europa, Ataei descubrió que no había una frontera física entre Francia y Bélgica. "Sería estupendo que pudiéramos vivir así, sin guerras ni fricciones entre países, atravesando solo fronteras virtuales con un SMS de bienvenida", sonríe.
La guerra es su máscara, pero la escritura es su libertad.
En la frontera de Afganistán e Irán, donde el fuego cruzado de dos guerras lo golpeó desde su nacimiento, Aliyeh Ataei creció con una sensación de desesperanza que se ha mantenido hasta hoy. "Todos soñamos con una bala que acabe con nosotros", recuerda la escritora iraní, que jugó con escorpiones en su infancia y cayó en la desesperación al recibir el cuerpo cortado de su prometido a los 18 años.
La vida de Ataei ha sido marcada por la tragedia desde muy temprana edad. Su padre epiléptico se mordía la lengua, y ella aprendió a soportar el dolor metiendo su mano en la boca para evitar que se lastimara. A los seis años, vio un cuerpo acribillado a balazos, algo que nunca olvidó.
A pesar de todo, Ataei encontró consuelo en la escritura. "Si pudiera elegir", confiesa, "escribiría sobre el amor y no sobre la guerra". Pero el dolor y la sensación de que la vida es corta son algo con lo que ha crecido. "Eso es por qué siempre hemos tenido grandes poetas persas y pocos narradores", explica.
Su libro, "La frontera de los olvidados", habla sobre las víctimas invisibles de las guerras, especialmente las mujeres. "Nosotras no empezamos las Guerras, pero sufrimos las consecuencias", advierte la autora. El dolor se transmite de generación en generación, hasta que llega a pensar que hay un factor genético que une a los afganos, iraníes, iraquíes, sirios o palestinos.
Ataei rinde tributo a las mujeres que han sufrido en la guerra, como su tía Anar, que fue rescatada por un "coyote" con una mordaza blanca alrededor de la mandíbula. La autora también denuncia el olvido de Afganistán en los medios, especialmente desde que se fueron los americanos y volvieron los talibanes.
La escritura es para Ataei "el último acto de resistencia". "Cada vez que una mujer se levanta por sí misma, sin saberlo posiblemente, sin reivindicarlo, se levanta por todas las mujeres", recuerda la autora, citando a Maya Angelou. El derecho a la educación de las mujeres es en su opinión el mayor indicador del progreso o de la falta de progreso de los países.
La historia de Ataei es una de identidad fronteriza y desdoblamiento. "La gente piensa que cuando te vas de un país dejas atrás todo, pero no es cierto", dice. Una parte de ti nunca emigra, y a veces se pregunta si tu Dios emigra también contigo o si se queda atrás, protegiendo tu casa.
En Europa, Ataei descubrió que no había una frontera física entre Francia y Bélgica. "Sería estupendo que pudiéramos vivir así, sin guerras ni fricciones entre países, atravesando solo fronteras virtuales con un SMS de bienvenida", sonríe.
La guerra es su máscara, pero la escritura es su libertad.