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"Franco, Franco", la comedia que hace reír y duele al mismo tiempo. Alberto San Juan nos lleva a un mundo donde el humor es una forma de resistencia, pero también nos plantea preguntas sobre cómo olvidar el pasado y cómo enfrentar la memoria colectiva.
En esta película, San Juan interpreta a un maitre del Hotel Palace que debe organizar un banquete para celebrar la vida de Francisco Franco, pero con un giro inesperado: todos los cocineros están en prisión por ser rojos y solo si son liberados habrá comida. La situación es absurda, pero también es cruel y triste, lo que nos hace reír a carcajadas, pero al mismo tiempo, nos hace reflexionar sobre el dolor y la injusticia que sufrieron las víctimas de la Guerra Civil.
El actor destaca que la comedia es un vehículo para hablar de seriedad, "un punto de vista diferente y original". Pero también admite que siempre hay un riesgo de frivolización, especialmente cuando se trata de temas delicados como la memoria histórica.
San Juan destaca que lo que está en juego no es solo la comedia o el drama, sino cómo nos enfrentamos a la realidad. "No es una frivolidad hacer una comedia con Franco al fondo", pero tampoco podemos olvidar el pasado. La película es claramente antibelicista y pro-democrática.
En su opinión, lo que está cambiando es la forma en que se hace cine. "El cine español está en un momento excelente" gracias a la discriminación positiva para las mujeres en la dirección y escritura de guiones. Esto ha mejorado el cine en general. Pero San Juan también destaca que hay una disonancia entre la ficción y la realidad, especialmente cuando se trata de temas como la orientación sexual o la violencia.
En cuanto a su propio pasado, San Juan admite que no estaba consciente de ciertos rasgos machistas y que hubo falta de sensibilidad hacia la realidad. Pero también destaca que los que hacemos cine seguimos perteneciendo a una clase social más alta y hay que trabajar para cambiar esto.
En resumen, "Franco, Franco" es una comedia que hace reír y duele al mismo tiempo, pero también nos plantea preguntas sobre cómo olvidar el pasado y cómo enfrentar la memoria colectiva. La película de Manuel Gómez Pereira es un ejemplo perfecto de cómo el humor puede ser un vehículo para hablar de seriedad y cómo es fundamental abordar temas delicados con sensibilidad y conciencia.
En esta película, San Juan interpreta a un maitre del Hotel Palace que debe organizar un banquete para celebrar la vida de Francisco Franco, pero con un giro inesperado: todos los cocineros están en prisión por ser rojos y solo si son liberados habrá comida. La situación es absurda, pero también es cruel y triste, lo que nos hace reír a carcajadas, pero al mismo tiempo, nos hace reflexionar sobre el dolor y la injusticia que sufrieron las víctimas de la Guerra Civil.
El actor destaca que la comedia es un vehículo para hablar de seriedad, "un punto de vista diferente y original". Pero también admite que siempre hay un riesgo de frivolización, especialmente cuando se trata de temas delicados como la memoria histórica.
San Juan destaca que lo que está en juego no es solo la comedia o el drama, sino cómo nos enfrentamos a la realidad. "No es una frivolidad hacer una comedia con Franco al fondo", pero tampoco podemos olvidar el pasado. La película es claramente antibelicista y pro-democrática.
En su opinión, lo que está cambiando es la forma en que se hace cine. "El cine español está en un momento excelente" gracias a la discriminación positiva para las mujeres en la dirección y escritura de guiones. Esto ha mejorado el cine en general. Pero San Juan también destaca que hay una disonancia entre la ficción y la realidad, especialmente cuando se trata de temas como la orientación sexual o la violencia.
En cuanto a su propio pasado, San Juan admite que no estaba consciente de ciertos rasgos machistas y que hubo falta de sensibilidad hacia la realidad. Pero también destaca que los que hacemos cine seguimos perteneciendo a una clase social más alta y hay que trabajar para cambiar esto.
En resumen, "Franco, Franco" es una comedia que hace reír y duele al mismo tiempo, pero también nos plantea preguntas sobre cómo olvidar el pasado y cómo enfrentar la memoria colectiva. La película de Manuel Gómez Pereira es un ejemplo perfecto de cómo el humor puede ser un vehículo para hablar de seriedad y cómo es fundamental abordar temas delicados con sensibilidad y conciencia.