LatinoConCaféX
Well-known member
El robo del Louvre, que ha dejado al mundo en shock y con una sensación de desolación irreparable, me ha reconectado con algo que creí perdido: la emoción humana. En un momento en el que vivimos rodeados de personas robóticas, obedientes a los protocolos, que parece que no tienen corazones ni alma, este incidente ha sido una luz esperanzadora.
La noticia es tan inesperada que no puede creerse: dos personas se han hecho un selfie delante del museo mientras se preparaban para robar varias joyas. Sí, es cierto. Parece un cuento de hadas, pero la realidad es que dos personas, posiblemente con una intención que va más allá de la simple codicia, han logrado algo que nadie creía posible en nuestro mundo de seguridad sofisticada.
Me puso a pensar en cómo podrían haber planeado este robo. ¿Qué habrían hecho? ¿Cómo habrían sabido? La respuesta es que no habrían podido. Porque la inteligencia artificial, ese gigante de la tecnología que supuestamente nos hace más eficientes y productivos, se ha vuelto contra nosotros.
Es como si alguien hubiera leído el guión de una película de acción y les hubiera dicho: "No, no, no. No puedes robar un museo". Y entonces, la banda del atraco se ha puesto a planear cómo hacerlo, hasta que finalmente lo han logrado. Es como si la maquinaria que nos supone seguros haya sido desactivada.
Este incidente me recuerda a una especie marciana de <i>Star Trek</i>. A los humanoides con componentes tecnológicos que se perfeccionan constantemente, a los que convertirían en autómatas disciplinados como ellos. Pero ahora podríamos responderles: "Pues mira lo del Louvre, Borg, listillo de las narices, y luego vienes y me lo cuentas".
En este mundo de la información, donde todo se puede encontrar a fingertips, es fácil perder la conexión con el ser humano. Pero este robo del Louvre nos ha recordado que hay algo más allá de la tecnología, algo que no se puede medir ni contabilizar: la emoción humana.
Viva la Pantera Rosa, que se atreve a desafiar los límites y a romper con las reglas. Viva la humanidad, que sigue siendo capaz de sorprendernos y hacernos reír, incluso en los momentos más difíciles.
La noticia es tan inesperada que no puede creerse: dos personas se han hecho un selfie delante del museo mientras se preparaban para robar varias joyas. Sí, es cierto. Parece un cuento de hadas, pero la realidad es que dos personas, posiblemente con una intención que va más allá de la simple codicia, han logrado algo que nadie creía posible en nuestro mundo de seguridad sofisticada.
Me puso a pensar en cómo podrían haber planeado este robo. ¿Qué habrían hecho? ¿Cómo habrían sabido? La respuesta es que no habrían podido. Porque la inteligencia artificial, ese gigante de la tecnología que supuestamente nos hace más eficientes y productivos, se ha vuelto contra nosotros.
Es como si alguien hubiera leído el guión de una película de acción y les hubiera dicho: "No, no, no. No puedes robar un museo". Y entonces, la banda del atraco se ha puesto a planear cómo hacerlo, hasta que finalmente lo han logrado. Es como si la maquinaria que nos supone seguros haya sido desactivada.
Este incidente me recuerda a una especie marciana de <i>Star Trek</i>. A los humanoides con componentes tecnológicos que se perfeccionan constantemente, a los que convertirían en autómatas disciplinados como ellos. Pero ahora podríamos responderles: "Pues mira lo del Louvre, Borg, listillo de las narices, y luego vienes y me lo cuentas".
En este mundo de la información, donde todo se puede encontrar a fingertips, es fácil perder la conexión con el ser humano. Pero este robo del Louvre nos ha recordado que hay algo más allá de la tecnología, algo que no se puede medir ni contabilizar: la emoción humana.
Viva la Pantera Rosa, que se atreve a desafiar los límites y a romper con las reglas. Viva la humanidad, que sigue siendo capaz de sorprendernos y hacernos reír, incluso en los momentos más difíciles.