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Una familia belga ha encontrado una solución innovadora para sus necesidades: una casa improvisada con dos contenedores chinos. Bert, Evi y su hijo Georges, que han abandonado la tradición de las casas convencionales, prefieren vivir en un hogar compacto pero funcional, rodeados de jardín y naturaleza.
La pareja se dio cuenta de que querían algo diferente: menos metros cuadrados de vivienda y más espacio al aire libre. Después de dos años buscando sin éxito, encontraron la propiedad perfecta. El terreno, con un precio de 225.000 euros por 3.123 metros cuadrados, fue el principal inversión. En total, gastaron 167.000 euros en construir su hogar, lo que es menos que el precio del terreno.
El contenedor utilizado como base de la casa presentaba defectos como ventanas con abolladuras y marcas del viaje. La familia decidió transformarlos en una fuente de luz natural, creando amplias ventanas que convirtieron lo que antes eran imperfecciones en parte del diseño.
La vivienda resultante es un modelo sostenible y funcional: cuenta con un sistema de energía solar, aislamiento térmico reforzado y materiales reciclados. La familia asegura que este estilo de vida ha mejorado su calidad de vida, ya que comen verduras, frutas y huevos producidos en el jardín, tienen animales y observan cómo cambia la naturaleza con cada estación.
Este tipo de casas hechas con contenedores marítimos está ganando popularidad en Europa. Su bajo costo, rapidez de construcción y eficiencia energética son atractivos para quienes buscan una opción ecológica que reduzca el uso de materiales de alto impacto ambiental. El material utilizado, el acero Corten, es prácticamente inmune a la corrosión atmosférica, lo que permite reciclarlo y ahorrar hasta un 90 % del hormigón armado utilizado en edificios tradicionales.
La familia belga demuestra que vivir mejor no siempre significa vivir más grande. Su hogar modular se ha convertido en un símbolo de cómo la creatividad y la sostenibilidad pueden transformar el concepto de vivienda moderna.
La pareja se dio cuenta de que querían algo diferente: menos metros cuadrados de vivienda y más espacio al aire libre. Después de dos años buscando sin éxito, encontraron la propiedad perfecta. El terreno, con un precio de 225.000 euros por 3.123 metros cuadrados, fue el principal inversión. En total, gastaron 167.000 euros en construir su hogar, lo que es menos que el precio del terreno.
El contenedor utilizado como base de la casa presentaba defectos como ventanas con abolladuras y marcas del viaje. La familia decidió transformarlos en una fuente de luz natural, creando amplias ventanas que convirtieron lo que antes eran imperfecciones en parte del diseño.
La vivienda resultante es un modelo sostenible y funcional: cuenta con un sistema de energía solar, aislamiento térmico reforzado y materiales reciclados. La familia asegura que este estilo de vida ha mejorado su calidad de vida, ya que comen verduras, frutas y huevos producidos en el jardín, tienen animales y observan cómo cambia la naturaleza con cada estación.
Este tipo de casas hechas con contenedores marítimos está ganando popularidad en Europa. Su bajo costo, rapidez de construcción y eficiencia energética son atractivos para quienes buscan una opción ecológica que reduzca el uso de materiales de alto impacto ambiental. El material utilizado, el acero Corten, es prácticamente inmune a la corrosión atmosférica, lo que permite reciclarlo y ahorrar hasta un 90 % del hormigón armado utilizado en edificios tradicionales.
La familia belga demuestra que vivir mejor no siempre significa vivir más grande. Su hogar modular se ha convertido en un símbolo de cómo la creatividad y la sostenibilidad pueden transformar el concepto de vivienda moderna.