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La cumbre del Clima en Brasil es un momento crítico, pero ¿qué nos deja?
Tres décadas después de que se creó esta conferencia multilateral con el objetivo de frenar las emisiones de CO2, la realidad es que el mundo está pasando por una de sus peores pesadillas climáticas. Estados Unidos no quiere creer que el cambio climático sea un problema grave y su ausencia en esta cumbre no hace sino reforzar la sensación de desánimo.
La geopolítica se ha vuelto más polarizada, con instituciones multilaterales sin capacidad para reaccionar ante las crisis que se producen. El límite razonable de 1,5 grados sobre la temperatura industrial ya se ha superado en 2025 y lo que nos queda por delante es inquietante.
El clima es la gran crisis global que afecta a todos, generando enfermedades infecciosas y crónicas, desplazando a millones de personas en zonas del planeta, provocando lluvias torrenciales y sequías persistentes. La selva amazónica sigue desangrándose y el clima se está deteriorando.
Lo que necesitamos es una voz de alarma fuerte y políticas efectivas para frenar la locura climática. Sin embargo, en estas reuniones, los estados productores de combustibles fósiles y compañías extractoras tienen un peso desproporcionado y su único objetivo es evitar que cambien nada.
¿Qué debemos esperar de esta cumbre? Medidas radicales para proteger las selvas que oxigenan el planeta. Destinar impuestos para mantener estas áreas en Brasil, Congo o Borneo podría ser el paso correcto. Si todos lo hacemos, tal vez podamos tener más fuerza para pedir explicaciones y frenar a quienes solo generan mal clima.
El futuro del planeta depende de nuestras acciones, pero la actitud actual es desalentadora. ¿Qué vamos a hacer?
Tres décadas después de que se creó esta conferencia multilateral con el objetivo de frenar las emisiones de CO2, la realidad es que el mundo está pasando por una de sus peores pesadillas climáticas. Estados Unidos no quiere creer que el cambio climático sea un problema grave y su ausencia en esta cumbre no hace sino reforzar la sensación de desánimo.
La geopolítica se ha vuelto más polarizada, con instituciones multilaterales sin capacidad para reaccionar ante las crisis que se producen. El límite razonable de 1,5 grados sobre la temperatura industrial ya se ha superado en 2025 y lo que nos queda por delante es inquietante.
El clima es la gran crisis global que afecta a todos, generando enfermedades infecciosas y crónicas, desplazando a millones de personas en zonas del planeta, provocando lluvias torrenciales y sequías persistentes. La selva amazónica sigue desangrándose y el clima se está deteriorando.
Lo que necesitamos es una voz de alarma fuerte y políticas efectivas para frenar la locura climática. Sin embargo, en estas reuniones, los estados productores de combustibles fósiles y compañías extractoras tienen un peso desproporcionado y su único objetivo es evitar que cambien nada.
¿Qué debemos esperar de esta cumbre? Medidas radicales para proteger las selvas que oxigenan el planeta. Destinar impuestos para mantener estas áreas en Brasil, Congo o Borneo podría ser el paso correcto. Si todos lo hacemos, tal vez podamos tener más fuerza para pedir explicaciones y frenar a quienes solo generan mal clima.
El futuro del planeta depende de nuestras acciones, pero la actitud actual es desalentadora. ¿Qué vamos a hacer?