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El sueño del emprendimiento juvenil: una lucha por un futuro incierto
En un mundo donde la oportunidad laboral parece escasa y el futuro es incierto, muchos jóvenes se ven obligados a inventar su propio camino. El emprendimiento no solo es una opción profesional, sino una estrategia identitaria que les permite dar sentido a su existencia en medio de un mundo líquido y hipercompetitivo.
La juventud se considera la caja de resonancia del sistema, pero ¿es realmente así? O quizás es una consecuencia del discurso neoliberal predominante, amplificado por las plataformas digitales, que riegan a chorros la idea de que las personas deben hacerse ellas mismas. La marca personal, el énfasis en el esfuerzo y la visibilidad constante crean un imaginario donde el éxito es individual y público a la vez.
Con datos en mano, se revela que un 40% de la población entre 15 y 34 años le gustaría montar su propio negocio. Sin embargo, las trabas son el riesgo que comporta, la carencia de habilidades emprendedoras o el acceso a la financiación. Las diferencias de género son notables, con un 45% de chicos que se plantean emprender y solo un 36% de chicas.
La franja de edad más atrevida es la de los 15 a los 19 años, mientras que las comarcas gerundenses y Cataluña Central destacan por su determinación. Pero ¿qué hay detrás de esta voluntad de emprender? ¿Es solo una forma de recuperar la autonomía y imaginar un futuro propio en medio del sistema?
La precariedad, la rotación constante y la escasez de oportunidades estables configuran el mercado laboral juvenil. En este contexto, el emprendimiento emerge como una alternativa casi natural: una vía para recuperar la autonomía e imaginar un futuro propio allí donde el sistema no ofrece.
Pero ¿qué hay de los relatos? Más allá del lenguaje de la autorrealización y la construcción del propio futuro, emergen dos vías muy diferentes: emprender para transformar el mundo o emprender para conquistarlo. ¿Por qué las mujeres se inclinan más hacia proyectos corales y liderazgos femeninos?
En realidad, no depende tanto de las ideas que generamos, sino de cómo decidimos cuidarlas. El objetivo del emprendimiento debe ser hacerlo más habitable para todos, en lugar de destacar a sí mismo. Es hora de cambiar la forma en que pensamos sobre el futuro y sobre el emprendimiento.
"Emprender puede ser una manera de querer al mundo", dice alguien. "Que cada proyecto sea una apuesta sobre el mundo que queremos."
En un mundo donde la oportunidad laboral parece escasa y el futuro es incierto, muchos jóvenes se ven obligados a inventar su propio camino. El emprendimiento no solo es una opción profesional, sino una estrategia identitaria que les permite dar sentido a su existencia en medio de un mundo líquido y hipercompetitivo.
La juventud se considera la caja de resonancia del sistema, pero ¿es realmente así? O quizás es una consecuencia del discurso neoliberal predominante, amplificado por las plataformas digitales, que riegan a chorros la idea de que las personas deben hacerse ellas mismas. La marca personal, el énfasis en el esfuerzo y la visibilidad constante crean un imaginario donde el éxito es individual y público a la vez.
Con datos en mano, se revela que un 40% de la población entre 15 y 34 años le gustaría montar su propio negocio. Sin embargo, las trabas son el riesgo que comporta, la carencia de habilidades emprendedoras o el acceso a la financiación. Las diferencias de género son notables, con un 45% de chicos que se plantean emprender y solo un 36% de chicas.
La franja de edad más atrevida es la de los 15 a los 19 años, mientras que las comarcas gerundenses y Cataluña Central destacan por su determinación. Pero ¿qué hay detrás de esta voluntad de emprender? ¿Es solo una forma de recuperar la autonomía y imaginar un futuro propio en medio del sistema?
La precariedad, la rotación constante y la escasez de oportunidades estables configuran el mercado laboral juvenil. En este contexto, el emprendimiento emerge como una alternativa casi natural: una vía para recuperar la autonomía e imaginar un futuro propio allí donde el sistema no ofrece.
Pero ¿qué hay de los relatos? Más allá del lenguaje de la autorrealización y la construcción del propio futuro, emergen dos vías muy diferentes: emprender para transformar el mundo o emprender para conquistarlo. ¿Por qué las mujeres se inclinan más hacia proyectos corales y liderazgos femeninos?
En realidad, no depende tanto de las ideas que generamos, sino de cómo decidimos cuidarlas. El objetivo del emprendimiento debe ser hacerlo más habitable para todos, en lugar de destacar a sí mismo. Es hora de cambiar la forma en que pensamos sobre el futuro y sobre el emprendimiento.
"Emprender puede ser una manera de querer al mundo", dice alguien. "Que cada proyecto sea una apuesta sobre el mundo que queremos."