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El Madrid de Joaquín Sabina es un río en constante flujo. ¿Quién es ese Madrid? El que vive en el corazón de los privilegiados, la élite que se adueña de él con horteras y bolera, pero no es el único. Hay un Madrid para cada persona, una identidad compartida por todos, aunque sea distinta para cada uno.
El problema es que cuando alguien intenta definir a Madrid, siempre termina por engañarse a sí mismo. Se ve solo al reflejo de su propia élite. Pero Sabina nos recuerda que hay un Madrid más allá del espectáculo, el que vive en la ciudad sin ser visto, pero es el que hace de Madrid una metrópoli.
Madrid es como una película, cambiada con los años, donde cada personaje es único y tiene su propia voz. No hay un personaje estandarizado, solo la suma de todos los trocitos que forman la ciudad. Y en ese sentido, Madrid no tiene una personalidad única, sino que es el resultado del collage de todas las personas que viven allí.
No es un juego de mundo libre donde cada persona puede hacer lo que le dé la gana, sino una ciudad con sus propias reglas y lugares. Hay barrios que detestamos o evitamos, pero que son parte de la historia de Madrid. Y en medio de todo esto, hay personas que se sienten atraídas por la ciudad, que adoran su encanto y su diversidad.
Pero ¿qué significa ser madrileño? ¿Es una categoría definida? La verdad es que no lo es. Cualquier persona que viva en Madrid puede tener una historia diferente de la ciudad. Por eso, Sabina tiene razón cuando dice que un tío de Úbeda puede ser más madrileño que cualquier otro. La identidad de Madrid se encuentra en el flujo del río, donde cada personaje es único y forma parte de la ciudad en su propia manera.
En ese sentido, mi Madrid no es el mismo que el de Sabina o la presidenta. Es mío, es el que vivo cada día, pero también es el resultado del collage de todos los personajes que forman la ciudad. Y eso es lo que hace a Madrid una ciudad verdadera, una metrópoli donde cada persona puede dejar su huella y hacerse un lugar para sí misma.
El problema es que cuando alguien intenta definir a Madrid, siempre termina por engañarse a sí mismo. Se ve solo al reflejo de su propia élite. Pero Sabina nos recuerda que hay un Madrid más allá del espectáculo, el que vive en la ciudad sin ser visto, pero es el que hace de Madrid una metrópoli.
Madrid es como una película, cambiada con los años, donde cada personaje es único y tiene su propia voz. No hay un personaje estandarizado, solo la suma de todos los trocitos que forman la ciudad. Y en ese sentido, Madrid no tiene una personalidad única, sino que es el resultado del collage de todas las personas que viven allí.
No es un juego de mundo libre donde cada persona puede hacer lo que le dé la gana, sino una ciudad con sus propias reglas y lugares. Hay barrios que detestamos o evitamos, pero que son parte de la historia de Madrid. Y en medio de todo esto, hay personas que se sienten atraídas por la ciudad, que adoran su encanto y su diversidad.
Pero ¿qué significa ser madrileño? ¿Es una categoría definida? La verdad es que no lo es. Cualquier persona que viva en Madrid puede tener una historia diferente de la ciudad. Por eso, Sabina tiene razón cuando dice que un tío de Úbeda puede ser más madrileño que cualquier otro. La identidad de Madrid se encuentra en el flujo del río, donde cada personaje es único y forma parte de la ciudad en su propia manera.
En ese sentido, mi Madrid no es el mismo que el de Sabina o la presidenta. Es mío, es el que vivo cada día, pero también es el resultado del collage de todos los personajes que forman la ciudad. Y eso es lo que hace a Madrid una ciudad verdadera, una metrópoli donde cada persona puede dejar su huella y hacerse un lugar para sí misma.