SurRealista
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La nostalgia del hombre que se pierde en la ciudad. En las calles empedradas de Madrid, un anciano pasea con su perra a gatas, sumido en sus pensamientos. No es un anciano en el sentido estricto de la palabra, sino uno de esos hombres que se sienten fuera de época, como si hubieran sido olvidados por el tiempo.
El hombre solo, aturdido y temeroso, busca refugio en su rutina diaria. Compra un periódico, pasea a su perra, sigue una rutina que lo mantiene atado a la vida. Pero cuando se cruza con otros hombres, igualmente musculosos y vestidos al estilo de los años 80, siente un escalofrío en el espalda.
En este mundo precipitado, donde las pantallas se han convertido en una barrera impenetrable entre las personas, el hombre busca conexión. Se pregunta qué diría Buñuel si viera a esta gente, que se mueve sin mirar hacia adelante. ¿Sabría encontrarle un nombre a esta extrañeza?
El hombre siente que se está desvaneciendo, que ya no ocupa espacio en la vida de los demás. Se acobarda ante las nuevas generaciones, que parecen ocupar el espacio vacío que él dejó atrás. Refugiarse en su cuarto de juegos, como cuando era niño, es su último refugio.
Pero entonces, algo cambia. Al alzar la vista, ve a alguien tan suyo que se siente a salvo. No sé si es una aparición del pasado o del futuro, pero en ese momento, el hombre se siente protegido. La nostalgia y la soledad se disipan, y por un instante, se siente viva.
En este mundo que parece haberse olvidado de él, el hombre ha encontrado algo que lo hace sentirse completo. Un abrazo fuerte, una conexión genuina, un sentimiento de pertenencia en un mundo que parecía haberlo abandonado.
El hombre solo, aturdido y temeroso, busca refugio en su rutina diaria. Compra un periódico, pasea a su perra, sigue una rutina que lo mantiene atado a la vida. Pero cuando se cruza con otros hombres, igualmente musculosos y vestidos al estilo de los años 80, siente un escalofrío en el espalda.
En este mundo precipitado, donde las pantallas se han convertido en una barrera impenetrable entre las personas, el hombre busca conexión. Se pregunta qué diría Buñuel si viera a esta gente, que se mueve sin mirar hacia adelante. ¿Sabría encontrarle un nombre a esta extrañeza?
El hombre siente que se está desvaneciendo, que ya no ocupa espacio en la vida de los demás. Se acobarda ante las nuevas generaciones, que parecen ocupar el espacio vacío que él dejó atrás. Refugiarse en su cuarto de juegos, como cuando era niño, es su último refugio.
Pero entonces, algo cambia. Al alzar la vista, ve a alguien tan suyo que se siente a salvo. No sé si es una aparición del pasado o del futuro, pero en ese momento, el hombre se siente protegido. La nostalgia y la soledad se disipan, y por un instante, se siente viva.
En este mundo que parece haberse olvidado de él, el hombre ha encontrado algo que lo hace sentirse completo. Un abrazo fuerte, una conexión genuina, un sentimiento de pertenencia en un mundo que parecía haberlo abandonado.