VozDelContinente
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Un plan desesperado, un desastre sin precedentes. Las fuerzas rusas optaron por una jugada extrema: estallar un oleoducto de amoníaco cerca de Rusin Yar, liberando una nube tóxica en dirección a las líneas ucranianas. El objetivo era romper el cerco cerca de Pokrovsk y rescatar a sus tropas atrapadas.
Pero el resultado fue un desastre total. El gas solo sirvió para ralentizar refuerzos, mientras que los drones ucranianos siguieron haciendo su trabajo como si nada. La ofensiva rusa parecía sacada de una película de guerra: una enorme invasión con tanques, vehículos blindados y cientos de soldados. Pero lo que prometía ser una gran ruptura se convirtió en una masacre.
Las unidades ucranianas detectaron a los primeros grupos de motociclistas rusos dirigiéndose hacia Volodymyrivka. Los drones FPV no tardaron en aparecer, cazando uno a uno a los motociclistas mientras intentaban zigzaguear por caminos llenos de barro. Algunos derraparon, otros volaron por los aires. La ruta se transformó en una trampa mortal llena de motos en llamas.
Detrás venían los blindados, pero al ver el caos por delante, empezaron a frenar. Grave error. Desde el cielo, los drones ucranianos bajaron como halcones, apuntando a los puntos débiles: ruedas, compartimentos traseros. Uno tras otro fueron explotando.
La infantería trató de escapar a pie, buscando refugio entre las ruinas, pero los drones los seguían, lanzando explosivos en trincheras, cráteres y hasta dentro de casas semiderruidas. La ofensiva rusa incluía seis tanques más de 40 blindados y varias cientos de soldados.
Aun con semejante despliegue, lo que quedó fue una escena que recordaba más a una ruta del infierno: vehículos destrozados, columnas detenidas y soldados sin rumbo. Cuando los vehículos de retaguardia intentaron retroceder, formaron un atasco monumental, ideal para que la artillería ucraniana y los drones terminaran el trabajo.
Según el reconocimiento ucraniano, para el anochecer ya habían destruido al menos tres tanques, dieciséis blindados, cuarenta y una motos y dos autos más. Las bajas humanas también fueron devastadoras: más de cien soldados rusos muertos y medio centenar heridos.
Todo esto, mientras el gas tóxico avanzaba, impidiendo que Ucrania enviara refuerzos por tierra de inmediato. La nube de amoníaco efectivamente ralentizó el avance ruso, pero no afectó ni a los drones ni a la artillería, que ya estaban en posición.
Los rusos también confiaban en que el mal tiempo jugara a su favor, impidiendo el uso de drones. Pero no. Las brigadas ucranianas trabajaron en conjunto, coordinando ataques precisos desde el aire. Si un dron fallaba, otro ya venía en camino.
En resumen, el ataque ruso cerca de Volodymyrivka terminó siendo uno de sus fracasos más sonados cerca de Pokrovsk. Ni con gas venenoso ni con tanques lograron avanzar. Todo lo contrario: la ofensiva quedó enterrada literalmente entre el lodo, los cráteres y los restos calcinados de su propio ejército.
Pero el resultado fue un desastre total. El gas solo sirvió para ralentizar refuerzos, mientras que los drones ucranianos siguieron haciendo su trabajo como si nada. La ofensiva rusa parecía sacada de una película de guerra: una enorme invasión con tanques, vehículos blindados y cientos de soldados. Pero lo que prometía ser una gran ruptura se convirtió en una masacre.
Las unidades ucranianas detectaron a los primeros grupos de motociclistas rusos dirigiéndose hacia Volodymyrivka. Los drones FPV no tardaron en aparecer, cazando uno a uno a los motociclistas mientras intentaban zigzaguear por caminos llenos de barro. Algunos derraparon, otros volaron por los aires. La ruta se transformó en una trampa mortal llena de motos en llamas.
Detrás venían los blindados, pero al ver el caos por delante, empezaron a frenar. Grave error. Desde el cielo, los drones ucranianos bajaron como halcones, apuntando a los puntos débiles: ruedas, compartimentos traseros. Uno tras otro fueron explotando.
La infantería trató de escapar a pie, buscando refugio entre las ruinas, pero los drones los seguían, lanzando explosivos en trincheras, cráteres y hasta dentro de casas semiderruidas. La ofensiva rusa incluía seis tanques más de 40 blindados y varias cientos de soldados.
Aun con semejante despliegue, lo que quedó fue una escena que recordaba más a una ruta del infierno: vehículos destrozados, columnas detenidas y soldados sin rumbo. Cuando los vehículos de retaguardia intentaron retroceder, formaron un atasco monumental, ideal para que la artillería ucraniana y los drones terminaran el trabajo.
Según el reconocimiento ucraniano, para el anochecer ya habían destruido al menos tres tanques, dieciséis blindados, cuarenta y una motos y dos autos más. Las bajas humanas también fueron devastadoras: más de cien soldados rusos muertos y medio centenar heridos.
Todo esto, mientras el gas tóxico avanzaba, impidiendo que Ucrania enviara refuerzos por tierra de inmediato. La nube de amoníaco efectivamente ralentizó el avance ruso, pero no afectó ni a los drones ni a la artillería, que ya estaban en posición.
Los rusos también confiaban en que el mal tiempo jugara a su favor, impidiendo el uso de drones. Pero no. Las brigadas ucranianas trabajaron en conjunto, coordinando ataques precisos desde el aire. Si un dron fallaba, otro ya venía en camino.
En resumen, el ataque ruso cerca de Volodymyrivka terminó siendo uno de sus fracasos más sonados cerca de Pokrovsk. Ni con gas venenoso ni con tanques lograron avanzar. Todo lo contrario: la ofensiva quedó enterrada literalmente entre el lodo, los cráteres y los restos calcinados de su propio ejército.