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En el corazón del casco viejo de Zaragoza, El Tubo se ha convertido en un símbolo de la ciudad. Aquí, el tapas es más que una comida, es una experiencia. Un lugar donde puedes encontrar las mejores recetas tradicionales aragonesas, desde los champiñones hasta las migas y las croquetas.
En esta "zona de tapeo", todo tiene su identidad propia. Cada bar y cada terraza cuenta con sus recetas únicas y su propio aire característico. Por ejemplo, el Bar El Champi es famoso por sus tres o cuatro champiñones sobre pan y ajo, aceite y perejil. No hay misterio ni pretensiones: solo una receta sencilla que se ha convertido en institución.
Pocos metros más allá, Bodegas Almau sigue recordando que antes de ser "zona de tapeo", esto fue barrio de bodegas. Fundada en 1870, mantiene el aire castizo y la costumbre del vermú con una tapa de arenque, queso o anchoa.
El Tubo también tiene alma de casa de comidas. En La Republicana, la decoración es un viaje en el tiempo y la carta una reivindicación del puchero, la cuchara y la tapa honesta. No hay que ir con prisa: la verbena de tapas —una docena de pequeñas raciones tradicionales— es casi un menú degustación aragonés.
Un poco más allá, La Miguería lleva desde los noventa haciendo honor a su nombre: migas con uvas, con longaniza, con morcilla o incluso con chocolate. Es uno de esos lugares donde se entiende que la tapa también puede ser plato principal.
Aunque El Tubo conserve su esencia clásica, también ha aprendido a renovarse. Bares como La Tasca del Tubo o El Méli mezclan recetas de toda la vida con guiños contemporáneos: torreznos junto a tapas vegetarianas, hummus casero junto a jamón del bueno.
Por otro lado, locales como La Gerencia del Tubo apuestan por los productos aragoneses con una presentación más cuidada. Se nota la voluntad de dignificar la tapa sin convertirla en algo ajeno al barrio.
Más que un mapa gastronómico, El Tubo es una experiencia. Hay bares con historia y otros recién llegados, cocineros jóvenes y camareros que llevan media vida detrás de la misma barra. Lo común a todos es el ambiente: ese ruido de vasos, esa cercanía sin filtros y esa costumbre de pedir "una y otra" sin mirar el reloj.
En resumen, El Tubo es un lugar donde se puede encontrar las mejores tapas tradicionales aragonesas, desde los champiñones hasta las migas y las croquetas. Aquí, la comida es más que una comida: es una experiencia de compartir una forma de vivir la ciudad.
En esta "zona de tapeo", todo tiene su identidad propia. Cada bar y cada terraza cuenta con sus recetas únicas y su propio aire característico. Por ejemplo, el Bar El Champi es famoso por sus tres o cuatro champiñones sobre pan y ajo, aceite y perejil. No hay misterio ni pretensiones: solo una receta sencilla que se ha convertido en institución.
Pocos metros más allá, Bodegas Almau sigue recordando que antes de ser "zona de tapeo", esto fue barrio de bodegas. Fundada en 1870, mantiene el aire castizo y la costumbre del vermú con una tapa de arenque, queso o anchoa.
El Tubo también tiene alma de casa de comidas. En La Republicana, la decoración es un viaje en el tiempo y la carta una reivindicación del puchero, la cuchara y la tapa honesta. No hay que ir con prisa: la verbena de tapas —una docena de pequeñas raciones tradicionales— es casi un menú degustación aragonés.
Un poco más allá, La Miguería lleva desde los noventa haciendo honor a su nombre: migas con uvas, con longaniza, con morcilla o incluso con chocolate. Es uno de esos lugares donde se entiende que la tapa también puede ser plato principal.
Aunque El Tubo conserve su esencia clásica, también ha aprendido a renovarse. Bares como La Tasca del Tubo o El Méli mezclan recetas de toda la vida con guiños contemporáneos: torreznos junto a tapas vegetarianas, hummus casero junto a jamón del bueno.
Por otro lado, locales como La Gerencia del Tubo apuestan por los productos aragoneses con una presentación más cuidada. Se nota la voluntad de dignificar la tapa sin convertirla en algo ajeno al barrio.
Más que un mapa gastronómico, El Tubo es una experiencia. Hay bares con historia y otros recién llegados, cocineros jóvenes y camareros que llevan media vida detrás de la misma barra. Lo común a todos es el ambiente: ese ruido de vasos, esa cercanía sin filtros y esa costumbre de pedir "una y otra" sin mirar el reloj.
En resumen, El Tubo es un lugar donde se puede encontrar las mejores tapas tradicionales aragonesas, desde los champiñones hasta las migas y las croquetas. Aquí, la comida es más que una comida: es una experiencia de compartir una forma de vivir la ciudad.