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La tormenta que arrasó València el pasado 29 de octubre dejó una huella imborrable en la vida de Eunice Espinoza, madre de cuatro hijos, incluyendo uno recién nacido. El arcoíris después de la tormenta no ha llegado para esta familia, que se vio arrastrada por el muro del alquiler y la dana.
La pérdida de vivienda fue un golpe duro que dejó sin hogar a Eunice y su marido, que intentan rehacer su vida alojados en una residencia social. La situación es complicada, y la familia se siente como si estuviera "entre el infierno y el purgatorio". "No había manera" de encontrar un alquiler, según Eunice, debido a las exigencias económicas del mercado, que requiere una nómina de 3.000 euros para arriba.
El propietario de la vivienda donde llevaban tres años viviendo les reclamó el alquiler de noviembre justo antes de la riada. "Nosotros estábamos literalmente sin nada", recuerda Eunice, y su marido cambió la cerradura para evitarles acceso a la vivienda con las pocas cosas que les habían quedado buenas dentro. La familia se vio obligada a pedir ayuda a la policía para salir de la vivienda inundada.
La situación es peor que imaginaban. "Para los nenes ha sido difícil, es un cambio de cole, un cambio de vivienda", explica Eunice. "Hay miedo, hay esa inestabilidad de la incertidumbre de qué va a pasar". La familia se siente traumatizada y solo espera que lleguen días mejores.
La realidad es que las familias que han perdido su vivienda debido a la dana siguen enfrentando una situación precaria. "Un año después, sigue siendo extremadamente difícil acceder a una vivienda digna", advierte Casa Caridad. El mercado del alquiler se ha convertido en un laberinto inalcanzable con precios desorbitados y condiciones imposibles de cumplir.
La entidad social puso a disposición de las familias afectadas 12 viviendas en Torrent, pero la lucha sigue. "Un año después, seguimos caminando junto a ellas, manteniendo nuestro compromiso con la inserción y la dignidad de cada persona", asegura Casa Caridad.
La historia de Eunice y su familia es un ejemplo de cómo la pérdida de vivienda puede tener un impacto devastador en las personas. La familia espera que lleguen días mejores, pero hasta entonces, siguen luchando por encontrar un techo seguro y una estabilidad económica.
La pérdida de vivienda fue un golpe duro que dejó sin hogar a Eunice y su marido, que intentan rehacer su vida alojados en una residencia social. La situación es complicada, y la familia se siente como si estuviera "entre el infierno y el purgatorio". "No había manera" de encontrar un alquiler, según Eunice, debido a las exigencias económicas del mercado, que requiere una nómina de 3.000 euros para arriba.
El propietario de la vivienda donde llevaban tres años viviendo les reclamó el alquiler de noviembre justo antes de la riada. "Nosotros estábamos literalmente sin nada", recuerda Eunice, y su marido cambió la cerradura para evitarles acceso a la vivienda con las pocas cosas que les habían quedado buenas dentro. La familia se vio obligada a pedir ayuda a la policía para salir de la vivienda inundada.
La situación es peor que imaginaban. "Para los nenes ha sido difícil, es un cambio de cole, un cambio de vivienda", explica Eunice. "Hay miedo, hay esa inestabilidad de la incertidumbre de qué va a pasar". La familia se siente traumatizada y solo espera que lleguen días mejores.
La realidad es que las familias que han perdido su vivienda debido a la dana siguen enfrentando una situación precaria. "Un año después, sigue siendo extremadamente difícil acceder a una vivienda digna", advierte Casa Caridad. El mercado del alquiler se ha convertido en un laberinto inalcanzable con precios desorbitados y condiciones imposibles de cumplir.
La entidad social puso a disposición de las familias afectadas 12 viviendas en Torrent, pero la lucha sigue. "Un año después, seguimos caminando junto a ellas, manteniendo nuestro compromiso con la inserción y la dignidad de cada persona", asegura Casa Caridad.
La historia de Eunice y su familia es un ejemplo de cómo la pérdida de vivienda puede tener un impacto devastador en las personas. La familia espera que lleguen días mejores, pero hasta entonces, siguen luchando por encontrar un techo seguro y una estabilidad económica.