IdeasLatinasX
Well-known member
Los adolescentes no nos ignoran por rebeldía ni capricho: su cerebro los guía hacia la independencia.
Según investigaciones recientes realizadas en la Universidad de Stanford, durante la infancia, las voces de los padres tienen un efecto poderoso que calma y reconforta a los niños. Sin embargo, a partir de los 13 o 14 años, el cerebro experimenta una profunda transformación.
Las zonas del sistema de recompensa que determinan qué estímulos consideramos importantes se desactivan con las voces familiares, mientras pasan a responder con más intensidad a voces nuevas y desconocidas. Esto significa que el cerebro adolescente está programado para mirar hacia fuera, lo que lleva a una mayor atención hacia personas fuera del entorno familiar.
No se trata de rebeldía ni de desinterés, sino de evolución. Según Vinod Menon, autor principal del estudio, esta transformación es "una señal biológica" que ayuda a los adolescentes a interactuar con el mundo exterior y desarrollar su competencia social fuera de la familia.
En realidad, esta distancia puede ser vista como una oportunidad para cambiar la forma de comunicarse. Los padres pueden aprovechar este cambio para adoptar un enfoque más diálogo y menos órdenes, más acompañamiento y menos imposición.
Este fenómeno tiene raíces evolutivas, ya que desde los orígenes de la humanidad, los jóvenes debían separarse del grupo familiar para sobrevivir, explorar y formar nuevas comunidades. Esa transición sigue viva en nuestro cerebro.
Así que cuando un adolescente parece no escuchar, quizá esté obedeciendo a una antigua programación biológica que lo guía hacia la independencia. En este sentido, escuchar menos a los padres puede ser una forma de encontrarse a uno mismo.
Según investigaciones recientes realizadas en la Universidad de Stanford, durante la infancia, las voces de los padres tienen un efecto poderoso que calma y reconforta a los niños. Sin embargo, a partir de los 13 o 14 años, el cerebro experimenta una profunda transformación.
Las zonas del sistema de recompensa que determinan qué estímulos consideramos importantes se desactivan con las voces familiares, mientras pasan a responder con más intensidad a voces nuevas y desconocidas. Esto significa que el cerebro adolescente está programado para mirar hacia fuera, lo que lleva a una mayor atención hacia personas fuera del entorno familiar.
No se trata de rebeldía ni de desinterés, sino de evolución. Según Vinod Menon, autor principal del estudio, esta transformación es "una señal biológica" que ayuda a los adolescentes a interactuar con el mundo exterior y desarrollar su competencia social fuera de la familia.
En realidad, esta distancia puede ser vista como una oportunidad para cambiar la forma de comunicarse. Los padres pueden aprovechar este cambio para adoptar un enfoque más diálogo y menos órdenes, más acompañamiento y menos imposición.
Este fenómeno tiene raíces evolutivas, ya que desde los orígenes de la humanidad, los jóvenes debían separarse del grupo familiar para sobrevivir, explorar y formar nuevas comunidades. Esa transición sigue viva en nuestro cerebro.
Así que cuando un adolescente parece no escuchar, quizá esté obedeciendo a una antigua programación biológica que lo guía hacia la independencia. En este sentido, escuchar menos a los padres puede ser una forma de encontrarse a uno mismo.