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La publicación del discográfico Lux de Rosalía desbordó esta semana con una noticia que parecía sacada de un sueño. La leyenda del jazz, Chet Baker, que había dejado el mundo en 1988, volvió a sonar con la publicación de las últimas grabaciones inéditas realizadas durante el rodaje del documental "Let's Get Lost".
El álbum se llama Swimming by Moonlight y consta de dieciséis temas seleccionados por Bruce Weber, fotógrafo convertido en cineasta, que acompañó a Baker durante meses. La selección resultante es una mezcla imposible: estándares, improvisaciones, pruebas de sonido y fragmentos en los que Baker canta o toca en estudios de Los Ángeles, París y Cannes.
Una cosa es segura: la voz de Chet Baker sigue siendo un tema, y su música es tan universalmente apreciada. Pero hay otra historia por detrás de ese sonido tan familiar y el documental que lo hizo surgir nuevamente.
Chet Baker fue una promesa en los años 50, con Gerry Mulligan como acompañante, que grabó un puñado de discos extraordinarios y se convirtió en icono pop. Aunque fue un hombre atormentado por la adicción, siempre logró conectar su sonido con el público: su trompeta era su voz, su manera de expresar los sentimientos más profundos.
En el documental "Let's Get Lost", no se trata de una cronología completa. Es una pieza fragmentaria, hecha de recuerdos, carreteras, fiestas, entrevistas y silencios. Bruce Weber lo reconoce: es un retrato ambiguo, incluso incómodo, sobre la construcción del mito y la degradación del cuerpo que sostiene la música.
La cinta contiene algunas imágenes intensas del jazz captadas en cámara: Baker en Cannes imponiendo silencio a un público ruidoso para poder cantar "Almost Blue"; Baker recordando anécdotas inverosímiles; Baker agotado, pero todavía magnético. La película enseña su vida a la deriva; el álbum vuelve a la música que era lo único prístino que salía de su andar por el mundo.
La voz de Chet Baker sigue siendo un tema y su música es universalmente apreciada. Pero hay otra historia por detrás del sonido tan familiar, del documental que hizo surgir nuevamente. Un hombre atormentado por la adicción, pero siempre logró conectar su sonido con el público.
El álbum se llama Swimming by Moonlight y consta de dieciséis temas seleccionados por Bruce Weber, fotógrafo convertido en cineasta, que acompañó a Baker durante meses. La selección resultante es una mezcla imposible: estándares, improvisaciones, pruebas de sonido y fragmentos en los que Baker canta o toca en estudios de Los Ángeles, París y Cannes.
Una cosa es segura: la voz de Chet Baker sigue siendo un tema, y su música es tan universalmente apreciada. Pero hay otra historia por detrás de ese sonido tan familiar y el documental que lo hizo surgir nuevamente.
Chet Baker fue una promesa en los años 50, con Gerry Mulligan como acompañante, que grabó un puñado de discos extraordinarios y se convirtió en icono pop. Aunque fue un hombre atormentado por la adicción, siempre logró conectar su sonido con el público: su trompeta era su voz, su manera de expresar los sentimientos más profundos.
En el documental "Let's Get Lost", no se trata de una cronología completa. Es una pieza fragmentaria, hecha de recuerdos, carreteras, fiestas, entrevistas y silencios. Bruce Weber lo reconoce: es un retrato ambiguo, incluso incómodo, sobre la construcción del mito y la degradación del cuerpo que sostiene la música.
La cinta contiene algunas imágenes intensas del jazz captadas en cámara: Baker en Cannes imponiendo silencio a un público ruidoso para poder cantar "Almost Blue"; Baker recordando anécdotas inverosímiles; Baker agotado, pero todavía magnético. La película enseña su vida a la deriva; el álbum vuelve a la música que era lo único prístino que salía de su andar por el mundo.
La voz de Chet Baker sigue siendo un tema y su música es universalmente apreciada. Pero hay otra historia por detrás del sonido tan familiar, del documental que hizo surgir nuevamente. Un hombre atormentado por la adicción, pero siempre logró conectar su sonido con el público.