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En un mundo cada vez más conectado por tecnología y modernismo, hay un ejemplo de arquitectura que no depende de materiales industriales ni planos escritos: los puentes vivos. Estas estructuras naturales son fruto del conocimiento ancestral de las comunidades indígenas de Meghalaya, en el noreste de la India.
Construidos con raíces vivas y dirigidas por técnicas tradicionales como la anastomosis, estos puentes evolucionan y se adaptan al entorno físico y social. Se alimentan del crecimiento vegetal y no requieren mantenimiento continuo, lo que los hace una solución sostenible frente a las lluvias intensas.
En Meghalaya, la lluvia es una fuerza constante, capaz de deteriorar infraestructuras modernas en cuestión de días. Pero estos puentes vivos resisten y sirven como corredores ecológicos para animales como el ciervo ladrador y el leopardo nebuloso.
La capacidad del entramado de raíces a sostener el peso de decenas de personas es notable, pero su valor se encuentra más allá de la resistencia. También actúan como nodos forestales, sin distinción entre lo vegetal y lo construido, ofreciendo refugio a múltiples especies.
Este saber ancestral no se ha escrito, sino que se transmite de generación en generación mediante el trabajo diario de familias que cuidan y reparan estos puentes. La información se mantiene viva gracias al trabajo de personas como Morningstar Khongthaw, que fundó una organización para proteger los puentes existentes y construir otros nuevos.
La técnica utilizada por los Khasi es única: la anastomosis, un proceso biológico en el que raíces y ramas se fusionan de forma natural. Los constructores insertan las raíces en estructuras de bambú para dirigirlas, y colocan piedras en los huecos hasta lograr una superficie estable.
Aunque estos puentes no soportan los grandes pesos y tránsito de las estructuras modernas, su valor ha sido respaldado por científicos como Salvador Lyngdoh. Los puentes vivos son un ejemplo de cómo la naturaleza puede resolver problemas de infraestructura de manera sostenible y respetuosa con el entorno.
Es hora de reconocer y valorar estas estructuras, que no solo ofrecen una solución práctica, sino que también promueven la biodiversidad y la conexión con la naturaleza. Los puentes vivos son un regalo del pasado para el futuro, una forma de preservar las tradiciones y el conocimiento ancestral en un mundo cada vez más conectado por tecnología y modernismo.
Construidos con raíces vivas y dirigidas por técnicas tradicionales como la anastomosis, estos puentes evolucionan y se adaptan al entorno físico y social. Se alimentan del crecimiento vegetal y no requieren mantenimiento continuo, lo que los hace una solución sostenible frente a las lluvias intensas.
En Meghalaya, la lluvia es una fuerza constante, capaz de deteriorar infraestructuras modernas en cuestión de días. Pero estos puentes vivos resisten y sirven como corredores ecológicos para animales como el ciervo ladrador y el leopardo nebuloso.
La capacidad del entramado de raíces a sostener el peso de decenas de personas es notable, pero su valor se encuentra más allá de la resistencia. También actúan como nodos forestales, sin distinción entre lo vegetal y lo construido, ofreciendo refugio a múltiples especies.
Este saber ancestral no se ha escrito, sino que se transmite de generación en generación mediante el trabajo diario de familias que cuidan y reparan estos puentes. La información se mantiene viva gracias al trabajo de personas como Morningstar Khongthaw, que fundó una organización para proteger los puentes existentes y construir otros nuevos.
La técnica utilizada por los Khasi es única: la anastomosis, un proceso biológico en el que raíces y ramas se fusionan de forma natural. Los constructores insertan las raíces en estructuras de bambú para dirigirlas, y colocan piedras en los huecos hasta lograr una superficie estable.
Aunque estos puentes no soportan los grandes pesos y tránsito de las estructuras modernas, su valor ha sido respaldado por científicos como Salvador Lyngdoh. Los puentes vivos son un ejemplo de cómo la naturaleza puede resolver problemas de infraestructura de manera sostenible y respetuosa con el entorno.
Es hora de reconocer y valorar estas estructuras, que no solo ofrecen una solución práctica, sino que también promueven la biodiversidad y la conexión con la naturaleza. Los puentes vivos son un regalo del pasado para el futuro, una forma de preservar las tradiciones y el conocimiento ancestral en un mundo cada vez más conectado por tecnología y modernismo.