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La medicina del futuro: ¿más IA, menos sesgos?
En el ámbito de la salud, la inteligencia artificial (IA) ha ganado terreno en los últimos años como herramienta de diagnóstico y tratamiento. Sin embargo, mientras mayor es la precisión técnica, más clara se vuelve la realidad de que la IA sigue siendo engañosa en su capacidad para abordar las desigualdades sociales.
En la práctica clínica, los modelos generativos de IA pueden alcanzar una precisión del 52% en el análisis de imágenes, pero esto significa que solo son fiables la mitad del tiempo. Aunque puedan mejorar ligeramente la precisión de quienes están en formación, aún quedan por atrás del juicio experto y la experiencia real.
Pero la verdadera cuestión es que estos modelos pueden ser socialmente fallidos si no tienen en cuenta la diversidad real de los cuerpos a los que pretenden cuidar. En el caso del melanoma, por ejemplo, las personas con piel más oscura suelen ser diagnosticadas en etapas más avanzadas y tienen una mortalidad significativamente mayor que aquellas con piel clara.
La brecha persiste porque los algoritmos de IA se entrenan con bases de datos dominadas por imágenes de piel clara, lo que reduce su capacidad para identificar lesiones en tonos de piel más oscuros. Esto no solo es tecnológicamente problemático, sino también socialmente inaceptable.
La revolución de la IA nos ofrece una oportunidad transformadora: utilizarla para construir un sistema sanitario más justo e inclusivo. La clave es ampliar los diagnósticos y tratamientos a considerar factores sociales que determinan la salud, como el género, la edad, la etnia y las condiciones sociales.
Los estudios muestran que las personas sin acceso al sistema sanitario o con enfermedades raras o estigmatizadas recurren con más frecuencia a plataformas de autodiagnóstico basadas en IA. Esto nos dice que la IA tiene un gran potencial como vía de acceso para poblaciones excluidas, siempre y cuando se utilice de manera responsable y justa.
La cuestión es garantizar que la IA sea codificada con el factor corrector que amplifique la justicia social sistemáticamente. Esto requiere voluntad política, económica e investigadora a nivel global. Un primer paso es asegurarnos de que comunidades históricamente marginadas participen activamente en el diseño, testeo y despliegue de estas soluciones.
En lugar de replicar inequidades, la IA puede convertirse en el espejo invertido de nuestras sociedades. La medicina personalizada sin prejuicios pasa precisamente por la IA como aliada para la inclusión.
En el ámbito de la salud, la inteligencia artificial (IA) ha ganado terreno en los últimos años como herramienta de diagnóstico y tratamiento. Sin embargo, mientras mayor es la precisión técnica, más clara se vuelve la realidad de que la IA sigue siendo engañosa en su capacidad para abordar las desigualdades sociales.
En la práctica clínica, los modelos generativos de IA pueden alcanzar una precisión del 52% en el análisis de imágenes, pero esto significa que solo son fiables la mitad del tiempo. Aunque puedan mejorar ligeramente la precisión de quienes están en formación, aún quedan por atrás del juicio experto y la experiencia real.
Pero la verdadera cuestión es que estos modelos pueden ser socialmente fallidos si no tienen en cuenta la diversidad real de los cuerpos a los que pretenden cuidar. En el caso del melanoma, por ejemplo, las personas con piel más oscura suelen ser diagnosticadas en etapas más avanzadas y tienen una mortalidad significativamente mayor que aquellas con piel clara.
La brecha persiste porque los algoritmos de IA se entrenan con bases de datos dominadas por imágenes de piel clara, lo que reduce su capacidad para identificar lesiones en tonos de piel más oscuros. Esto no solo es tecnológicamente problemático, sino también socialmente inaceptable.
La revolución de la IA nos ofrece una oportunidad transformadora: utilizarla para construir un sistema sanitario más justo e inclusivo. La clave es ampliar los diagnósticos y tratamientos a considerar factores sociales que determinan la salud, como el género, la edad, la etnia y las condiciones sociales.
Los estudios muestran que las personas sin acceso al sistema sanitario o con enfermedades raras o estigmatizadas recurren con más frecuencia a plataformas de autodiagnóstico basadas en IA. Esto nos dice que la IA tiene un gran potencial como vía de acceso para poblaciones excluidas, siempre y cuando se utilice de manera responsable y justa.
La cuestión es garantizar que la IA sea codificada con el factor corrector que amplifique la justicia social sistemáticamente. Esto requiere voluntad política, económica e investigadora a nivel global. Un primer paso es asegurarnos de que comunidades históricamente marginadas participen activamente en el diseño, testeo y despliegue de estas soluciones.
En lugar de replicar inequidades, la IA puede convertirse en el espejo invertido de nuestras sociedades. La medicina personalizada sin prejuicios pasa precisamente por la IA como aliada para la inclusión.