TertuliaLatam
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La saga de la embajada asturiana en Madrid: una historia de burocracia y renovación.
Hace casi veinte años, cuando el gobierno autonómico del Principado de Asturias decidió clausurar la embajada asturiana en Madrid, nadie imaginaba que el local se convertiría en un faro de burocracia. En aquella época, el ejecutivo autonómico presidido por Vicente Álvarez Areces decidió que la región necesitaba una presencia emblemática en la capital para promocionar su economía y atraer inversiones.
La inauguración oficial del local se celebró con gran fanfarria en febrero de 2007, con tiendas de productos asturianos, bibliotecas, salas de exposiciones y una oficina del Instituto de Desarrollo Económico del Principado (Idepa). Pero el entusiasmo no duró mucho. En julio de 2011, el gobierno autonómico presidido por Francisco Álvarez-Cascos decidió clausurar la embajada sin buscar alternativas.
El local se convirtió en un espacio sin actividad, lleno de polvo y con una cinta de información que colgaba en la puerta. La Cámara de Comercio de Oviedo insisteó en la necesidad de un espacio para captar inversiones y dar presencia a la región, pero la burocracia avanció despacio.
Entre 2016 y 2022, el local pasó por diferentes ocupantes, incluyendo un estudio de arquitectura y urbanismo dirigido por Joaquín Torres. Sin embargo, en medio de los años de abandono, algunas personas sin hogar se resistieron a dejar el local como escenario para su vida nocturna.
Finalmente, en septiembre de 2022, la Agencia Sekuens invirtió 750.000 euros en el acondicionamiento del local y con un presupuesto anual de 340.000 euros, la embajada asturiana en Madrid se reabrió con una nueva cinta que cortar.
La Oficina Económica y Comercial (OECA) nace con los objetivos de atraer inversiones hacia Asturias y servir de punto de encuentro para empresarios con interés en la región. La pregunta no es si esta sede será rentable o si captará inversiones, sino si permanecerá abierta lo suficiente como para no tener que volver a inaugurarla dentro de unos años.
La saga de la embajada asturiana en Madrid es un ejemplo de cómo la burocracia y la renovación pueden ir juntas. ¿Podrá esta vez funcionar sin problemas? Solo el tiempo lo dirá.
Hace casi veinte años, cuando el gobierno autonómico del Principado de Asturias decidió clausurar la embajada asturiana en Madrid, nadie imaginaba que el local se convertiría en un faro de burocracia. En aquella época, el ejecutivo autonómico presidido por Vicente Álvarez Areces decidió que la región necesitaba una presencia emblemática en la capital para promocionar su economía y atraer inversiones.
La inauguración oficial del local se celebró con gran fanfarria en febrero de 2007, con tiendas de productos asturianos, bibliotecas, salas de exposiciones y una oficina del Instituto de Desarrollo Económico del Principado (Idepa). Pero el entusiasmo no duró mucho. En julio de 2011, el gobierno autonómico presidido por Francisco Álvarez-Cascos decidió clausurar la embajada sin buscar alternativas.
El local se convirtió en un espacio sin actividad, lleno de polvo y con una cinta de información que colgaba en la puerta. La Cámara de Comercio de Oviedo insisteó en la necesidad de un espacio para captar inversiones y dar presencia a la región, pero la burocracia avanció despacio.
Entre 2016 y 2022, el local pasó por diferentes ocupantes, incluyendo un estudio de arquitectura y urbanismo dirigido por Joaquín Torres. Sin embargo, en medio de los años de abandono, algunas personas sin hogar se resistieron a dejar el local como escenario para su vida nocturna.
Finalmente, en septiembre de 2022, la Agencia Sekuens invirtió 750.000 euros en el acondicionamiento del local y con un presupuesto anual de 340.000 euros, la embajada asturiana en Madrid se reabrió con una nueva cinta que cortar.
La Oficina Económica y Comercial (OECA) nace con los objetivos de atraer inversiones hacia Asturias y servir de punto de encuentro para empresarios con interés en la región. La pregunta no es si esta sede será rentable o si captará inversiones, sino si permanecerá abierta lo suficiente como para no tener que volver a inaugurarla dentro de unos años.
La saga de la embajada asturiana en Madrid es un ejemplo de cómo la burocracia y la renovación pueden ir juntas. ¿Podrá esta vez funcionar sin problemas? Solo el tiempo lo dirá.