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La Granja de San Ildefonso es un verdadero tesoro del patrimonio español, un lugar donde la naturaleza y el arte se fusionan en perfecta armonía. Felipe V, el primer Borbón que reinó en España, decidió construir su residencia de verano aquí, fascinado por el paisaje de los bosques segovianos durante sus cacerías.
Recrió en este lugar el espíritu de Versalles, el palacio donde había pasado su infancia, y el resultado es un conjunto monumental rodeado de jardines, fuentes y avenidas que combinan el arte francés con la sobriedad castellana. El Palacio Real de La Granja se levantó sobre una antigua granja jerónima y pronto se convirtió en escenario de veranos reales, cacerías y decisiones de Estado.
Aunque Felipe V no pudo disfrutar mucho de su obra, sí lo hizo Carlos III, quien le otorgó el título de Real Sitio y la transformó durante los siglos XVIII y XIX. Hoy en día, La Granja es una de las grandes joyas del patrimonio español, un lugar donde se puede soñar con una vida de reyes.
El Palacio Real de La Granja es uno de los mejores ejemplos del barroco cortesano en España. Su fachada simétrica impresiona desde el exterior, con grandes ventanales, piedra clara y tejados de pizarra que se recortan sobre el paisaje de la sierra. El interior está llena de lujo y poder, con marbles, tapices, espejos y lámparas de cristal que decoran estancias en las que todo parece tener un propósito ceremonial.
La capilla real, el salón de Mármoles y el salón de los Tapices son algunas de las joyas del palacio. Cada habitación guarda la huella de los monarcas que pasaron por aquí y refleja las modas francesas que Felipe V trajo consigo desde Versalles.
Los jardines de La Granja fueron el auténtico capricho de Felipe V, inspirados en los de Versalles pero adaptados al paisaje segoviano. Se extienden a lo largo de más de 140 hectáreas en terrazas, avenidas de tilos y castaños, esculturas mitológicas y fuentes monumentales.
Cada una de las veintiséis fuentes narra una historia, casi siempre relacionada con los dioses clásicos, y todas conservan su sistema hidráulico original, una proeza de ingeniería del siglo XVIII que sigue funcionando sin bombas. En otoño, los árboles se tiñen de dorados y ocres, y el paseo se acompaña con el crujir de las hojas bajo las pisadas.
La Granja de San Ildefonso es un lugar que te espera en su mejor momento. Sus jardines son pura inspiración, el palacio es para soñar con una vida de reyes y los restaurantes que lo rodean ofrecen un menú de judiones y cochinillo siempre listo.
Recrió en este lugar el espíritu de Versalles, el palacio donde había pasado su infancia, y el resultado es un conjunto monumental rodeado de jardines, fuentes y avenidas que combinan el arte francés con la sobriedad castellana. El Palacio Real de La Granja se levantó sobre una antigua granja jerónima y pronto se convirtió en escenario de veranos reales, cacerías y decisiones de Estado.
Aunque Felipe V no pudo disfrutar mucho de su obra, sí lo hizo Carlos III, quien le otorgó el título de Real Sitio y la transformó durante los siglos XVIII y XIX. Hoy en día, La Granja es una de las grandes joyas del patrimonio español, un lugar donde se puede soñar con una vida de reyes.
El Palacio Real de La Granja es uno de los mejores ejemplos del barroco cortesano en España. Su fachada simétrica impresiona desde el exterior, con grandes ventanales, piedra clara y tejados de pizarra que se recortan sobre el paisaje de la sierra. El interior está llena de lujo y poder, con marbles, tapices, espejos y lámparas de cristal que decoran estancias en las que todo parece tener un propósito ceremonial.
La capilla real, el salón de Mármoles y el salón de los Tapices son algunas de las joyas del palacio. Cada habitación guarda la huella de los monarcas que pasaron por aquí y refleja las modas francesas que Felipe V trajo consigo desde Versalles.
Los jardines de La Granja fueron el auténtico capricho de Felipe V, inspirados en los de Versalles pero adaptados al paisaje segoviano. Se extienden a lo largo de más de 140 hectáreas en terrazas, avenidas de tilos y castaños, esculturas mitológicas y fuentes monumentales.
Cada una de las veintiséis fuentes narra una historia, casi siempre relacionada con los dioses clásicos, y todas conservan su sistema hidráulico original, una proeza de ingeniería del siglo XVIII que sigue funcionando sin bombas. En otoño, los árboles se tiñen de dorados y ocres, y el paseo se acompaña con el crujir de las hojas bajo las pisadas.
La Granja de San Ildefonso es un lugar que te espera en su mejor momento. Sus jardines son pura inspiración, el palacio es para soñar con una vida de reyes y los restaurantes que lo rodean ofrecen un menú de judiones y cochinillo siempre listo.