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Para mí, lo verdaderamente innovador en la obra de Jonathan Lethem no son las nuevas tecnologías o tendencias, sino cómo su escritura puede transformar nuestra percepción del mundo. En "Huérfanos de Brooklyn", encontramos un relato que se pierde en el asfalto y los ladrillos de un barrio en plena transformación, donde la calle misma es protagonista indiscutible.
El autor nos invita a experimentar con él como un flâneur, un paseante atento a las posibilidades de rascar al menos un poco los secretos de las ciudades. Su proceso creativo se convierte en un viaje por la memoria selectiva y el género clásico de la historia de madurez, pero también se abre a nuevas formas de experimentación.
En este sentido, es interesante que Lethem haya mencionado su inspiración en Charles Dickens, Henry Roth y Thomas Mann. Estos autores son verdaderas referencias para cualquier escritor que busque profundizar en la narrativa, pero también son una limitación. La obra de Lethem es un llamado a dejar atrás estas formas de escribir tradicionalistas y permitirse ser sorprendido por el mundo cotidiano.
Para Lethem, la escritura es una especie de sesión de DJ donde mezclas pistas de memoria, fragmentos de historia y samples de la cultura popular. Es un juego constante con las voces en su cabeza al mismo tiempo, y más de una música que escuchar. Esta multiplicidad es orgánica, como era en Brooklyn cuando él era niño.
En este sentido, su obra se puede ver como una prefiguración de la polarización y el tribalismo que vive hoy en EE.UU. Los microcomunidades del barrio son verdaderas tribus con sus propias lealtades y recelos, y Lethem nos invita a explorar estas relaciones complejas.
Sin embargo, es en este punto donde Lethem nos pone sobre la piel. Siempre ha sido un enemigo de la postura de la originalidad total, la del artista independiente que baja de la montaña con algo único. Para él, el estado fundamental de la literatura es colaborativo y la individualidad de un solo artista es una fantasía romántica.
Y aquí es donde podemos encontrar su crítica más profunda: la catástrofe de la originalidad total. La creencia de que la creatividad única del artista es lo único importante puede ser una forma de racismo y elitismo, que ignora las conexiones y relaciones sociales que dan lugar a la creatividad.
En este sentido, la inteligencia artificial puede verse como una amenaza para la originalidad. No porque sea una herramienta mala en sí misma, sino porque puede llevarnos a creer que la creatividad se reduce a algoritmos y datos, y no a la conexión humana con el mundo que nos rodea.
La pregunta es si podemos escapar de esta trampa y permitirnos ser sorprendidos por el mundo cotidiano. La respuesta es un rotundo "no", pero también un rotundo "sí".
El autor nos invita a experimentar con él como un flâneur, un paseante atento a las posibilidades de rascar al menos un poco los secretos de las ciudades. Su proceso creativo se convierte en un viaje por la memoria selectiva y el género clásico de la historia de madurez, pero también se abre a nuevas formas de experimentación.
En este sentido, es interesante que Lethem haya mencionado su inspiración en Charles Dickens, Henry Roth y Thomas Mann. Estos autores son verdaderas referencias para cualquier escritor que busque profundizar en la narrativa, pero también son una limitación. La obra de Lethem es un llamado a dejar atrás estas formas de escribir tradicionalistas y permitirse ser sorprendido por el mundo cotidiano.
Para Lethem, la escritura es una especie de sesión de DJ donde mezclas pistas de memoria, fragmentos de historia y samples de la cultura popular. Es un juego constante con las voces en su cabeza al mismo tiempo, y más de una música que escuchar. Esta multiplicidad es orgánica, como era en Brooklyn cuando él era niño.
En este sentido, su obra se puede ver como una prefiguración de la polarización y el tribalismo que vive hoy en EE.UU. Los microcomunidades del barrio son verdaderas tribus con sus propias lealtades y recelos, y Lethem nos invita a explorar estas relaciones complejas.
Sin embargo, es en este punto donde Lethem nos pone sobre la piel. Siempre ha sido un enemigo de la postura de la originalidad total, la del artista independiente que baja de la montaña con algo único. Para él, el estado fundamental de la literatura es colaborativo y la individualidad de un solo artista es una fantasía romántica.
Y aquí es donde podemos encontrar su crítica más profunda: la catástrofe de la originalidad total. La creencia de que la creatividad única del artista es lo único importante puede ser una forma de racismo y elitismo, que ignora las conexiones y relaciones sociales que dan lugar a la creatividad.
En este sentido, la inteligencia artificial puede verse como una amenaza para la originalidad. No porque sea una herramienta mala en sí misma, sino porque puede llevarnos a creer que la creatividad se reduce a algoritmos y datos, y no a la conexión humana con el mundo que nos rodea.
La pregunta es si podemos escapar de esta trampa y permitirnos ser sorprendidos por el mundo cotidiano. La respuesta es un rotundo "no", pero también un rotundo "sí".